Shame abarca un conflicto:
la actual vida de Brandon, basada en el tedio y el sexo, ante el regreso
de su pasado, con la visita de su hermana menor, Sissy. El segundo film
del cineasta británico Steve McQueen es un retrato conocido pero
ineludible de Nueva York, y la confirmación de un gran actor: Michael
Fassbender.
Brandon, treintañero residente en Manhattan, es un casanova, goza de un buen trabajo y una aceptable reputación en su casi inexistente círculo social, pero se encuentra atrapado entre el sexo y el tedio. En este caso, el primero surge del segundo. Desde el exceso de masturbación en su cama o en el baño de la oficina, a encuentros de sexo casual en su cama, en un bar, en la calle, kilos de revistas y artículos pornográficos de diferentes prácticas y estilos y un disco duro de su laptop repleto de material, Brandon es víctima del tedio, el que Gustave Flaubert describió en una carta a George Sand*: "La vida me parece tolerable sólo cuando uno puede evadirla. O bien habría que librarse a placeres desordenados... ¡Y aún así!". Por supuesto hay diferencias: mientras el autor de La educación sentimental (1869) se refería al tedio en la vida del escritor, en Shame (Sin reservas) se presenta como causante del exceso de sexo, escape bajo acción y represión ante ausencias.
Un tedio que, en el caso de Brandon, se puede vincular con Patrick Bateman, el protagonista de la novela de Bret Easton Ellis, American Psycho (1991),
en su característica de aislamiento dentro del cerco que le confiere la
gran ciudad que lo rodea metafórica como físicamente, y que el director
británico Steve McQueen resuelve con la exposición de Brandon desde el
comienzo, desnudo y descarnado -aunque bien dotado- ante el espectador
en el interior de su apartamento ubicado en la zona más cara de
Manhattan, y luego exteriormente, en una escena donde Brandon sale a
correr de noche por la ciudad -acompañado de un largo y acertado
travelling- y a las pocas cuadras se detiene en un semáforo frente al
Madison Square Garden.
McQueen juega a dar pistas en la
conformación de su personaje: y aquí aparece Sissy (Carey Mulligan),
hermana menor de regreso en la vida de Brandon tras una estancia en Los
Angeles, y que al instalarse en su apartamento descontrolará su rutina:
primero porque Sissy invade su intimidad e individualidad y necesita de
su protección -cuenta con intentos de suicidios, con cortes en sus
brazos-, y segundo porque tras una notable escena en un bar, donde canta
New York, New York y provoca una única lágrima que le cae a
Brandon como una piedra, se encama con su pedante jefe horas después en
su propio apartamento. La importancia de la escena del bar se debe a la
notable performance de Mulligan cantando en tempo pausado, y la letra de
la canción, que vincula a los dos hermanos bajo la misma ciudad: "Me
voy hoy, quiero ser parte de ello. Mis zapatos de vagabundo están
deseando cruzar su corazón. Quiero despertar en la ciudad que nunca
duerme y sentirme el rey de la colina, en la cima del éxito. Mis
tristezas de pueblo pequeño se esfuman... Si puedo conseguirlo allí,
podré conseguirlo en cualquier parte". Impecable el cineasta en la
reducción de recursos narrativos, apelando únicamente al primer plano.
Entonces, Sissy y Brandon, como ellos manifiestan, se criaron en Nueva Jersey y vienen de una familia de origen irlandés con una historia que no supone una agraciada infancia, y lo que ambos son en la adultez se debe a aquellos años que el espectador desconoce más allá de algunas manifestaciones: "No somos malas personas, sólo venimos de un lugar malo", dice Sissy. La relación entre hermanos puede estar cargada con cierta situación de represión y posesión sexual, más que nada según cómo se expresa físicamente Brandon ante Sissy cuando lo hace perder el control, pero esto aún es mucho más explicito en la banda sonora, a cargo de Harry Escott, con la llegada de Sissy a la vida de Brandon, cuando escucha en el tocadiscos I want your love, de Chic. Nuevamente, la importancia de la letra y la música. La necesidad de cuidar a Sissy atormenta a Brandon y, además, él conoce mucho mejor que ella el escenario que los rodea: Nueva York, ciudad del vicio, estéril y sucia que debe, al menos aquí en su influencia cinematográfica, a Midnight Cowboy (John Schlesinger, 1969) y a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976).
Pero Sissy no es la única mujer que se
ubica en otro plano de los contactos carnales y casuales de Brandon. Por
otro lado Marianne (Nicole Beharie), morena de Brooklyn y compañera de
trabajo, justifica su presencia en la trama para exponer aún más la
incomunicación de Brandon, desde una paupérrima cita hasta una escapada a
un hotel.
Otro elemento que predomina en Shame es la reunión de Steve McQueen y Michael Fassbender (Bastardos sin gloria, 2009; Un método peligroso, 2011) luego de Hambre (2008),
ópera prima del director donde el actor de origen germano-irlandés
interpreta a Bobby Sands, mártir del IRA que en 1981 recurrió a una
huelga de hambre como protesta ante los excesos del Ejército británico
en Irlanda. Un elemento adyacente entre ambos films: la expresión
corporal de Fassbender, desde aquel descarnado y combativo militante
hasta el promiscuo prisionero de sus deseos sexuales, ya sea practicando
el sexo con otros cuerpos en su cama, en la calle, en un burdel o hasta
en una discoteca gay.
Shame expone, en base a la economía de
sus diálogos y un gran apoyo de la fotografía de Sean Bobbitt y la banda
sonora de Harry Escott que incluye a Blondie, Chet Baker y a John
Coltrane, retratos de partes inconexas en un escenario que somete con
sus reglas y su orden desolador como irreprochable. Por otro lado, el
único defecto de McQueen fue el uso de dos escenas totalmente
prescindibles -que bien la segunda es una extensión de la primera- en el
vagón del subterráneo.
Dirección: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen y Abi Morgan
Banda sonora: Harry Escott
Fotografía: Sean Bobbitt
Elenco: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie
Duración: 97 minutos
Trailer:
*Gustave Flaubert, carta a George Sand, 20 de julio de 1873, Préface à la vie d'écrivain, Éditions du Seuil, 1963.
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