lunes, 28 de octubre de 2013

Sunday Morning: Lou Reed muere a los 71 años



El artista neoyorquino murió este domingo, en su ciudad, a los 71 años. Líder de The Velvet Underground y con una versátil carrera como solista refundó el rock n' roll e influenció a generaciones de músicos alrededor del mundo.

Cantante, guitarrista, frontman, poeta, escritor, pintor. Cultor del avant-garde, protegido de Andy Warhol. Artista. Provocador. Perseguidor. Un animal del rock n' roll. Lewis Allen Reed murió este domingo a sus 71 años en su residencia de Southampton (Nueva York).
 
La causa fue una larga enfermedad que le tomó el hígado. Meses atrás había sido intervenido con un trasplante en Ohio. Estaba delicado.

Peel Slowly & See

En los años sesenta del siglo XX, junto con John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker formó The Velvet Underground. "La banda de los protegidos de Andy Warhol", artista vanguardista radicado en Nueva York y refundador del arte moderno. La música de la banda era oscura, estridente, una patada de bota de cuero en la cara al flower power triunfal del oeste californiano. Camperas de cuero, lentes oscuros por las noches y jeringas de mano en mano en tugurios y callejones de Manhattan. Canciones como "I'm Waiting For The Man", "Heroin", "Venus in Furs" y "The Black Angel's Death Song" lo dejaron patente. Aquella voz de Reed no fue la de una generación: fue la de una ciudad que hace rato mutó. Un testimonio y tesoro que respira, grita y medita por siempre.
 
En 1967 lanzaron su primer disco: The Velvet Underground & Nico (junto con la modelo alemana Nico en la voz, jugada marketinera de Warhol tras una sugerencia del rolling stone Brian Jones). En los dos años posteriores el álbum no los consagró salvo en un más que reducido círculo (en sus primeros años de vida no vendieron más de 30.000 copias con suerte, según testimonio de Brian Eno). En 1968 publicaron White Light/White Heat, donde reinan la distorsión y el hermetismo artístico. En 1970 llegó el fin de la banda, pero en los años posteriores lentamente se comenzó a hablar de la Velvet como una banda de culto: la actitud, el sonido, la vanguardia.

Su influencia es inabarcable: desde los primeros discos de David Bowie, pasando por T. Rex, Iggy Pop, Roxy Music, Sex Pistols, Talking Heads, The Cure, Sumo, R.E.M., Sonic Youth, Nirvana y The Strokes. Hay una frase célebre, dicha por varios músicos de diferentes maneras a lo largo de las décadas sobre el carácter fundacional de la banda: "Siempre fue la Velvet Underground..." ("It was always The Velvet Underground").


Take no prisoners

En la década del setenta, Reed lanzó discos dispares: Transformer (1972) fue recibido con beneplácito por la crítica y sus canciones "Perfect Day", "Satellite Of Love" y "Walk On The Wild Side" sonaban en las radios estadounidenses como ninguna otra canción de su fatídica Velvet. Un año después salió Berlin, disco introspectivo como terrible ("Kids" y "Sad Song"): una ópera sobre la historia de dos drogadictos en la capital alemana. En 1975 publicó Metal Machine Music y tan solo el crítico musical Lester Bangs lo celebró: una ópera de guitarras y sintetizadores, sin bajo, voz y batería, donde reinan una estridencia y un caos que dejan a White Light como una canción de cuna. La respuesta de Reed a su discográfica que le pedía un nuevo Transformer. Una gran broma, un disco imposible, un delirium tremens hacia el infinito. Hay miles de fanáticos de Reed que jamás escucharon más de cinco minutos, y mucho menos por completo. (También hay miles que hoy visten remeras con la banana de Warhol de la portada del primer disco de la Velvet y jamás escucharon el disco más allá de "Heroin").

Luego llegaron Coney Island Baby (1976), Street Hassle (1978), The Blue Mask (1982), New York (1989), entre otros. La carrera de Reed fluctuó entre aciertos y desaciertos pero siempre bajo retos que el fanático de la poesía de Delmore Schwartz y de Arthur Rimbaud se imponía.
 
En 1992 lanzó Magic and Loss. Un disco hermoso, sobre la magia y la pérdida, la vida y la muerte, particularmente esta última. La quinta canción del disco es "Sword of Damocles", dedicada a un amigo que falleciera a causa de una enfermedad terminal, como tantos otros cercanos al artista. Los arreglos (particularmente la intro) y el ritmo son dantescos, generando un clima de vertiginosa soledad hasta un punto final. Pero Reed, según dijo al New York Times su doctor personal, de apellido Miller, murió rodeado de seres queridos que estuvieron a su lado en una mañana de domingo. Si la espada de Damocles estaba sobre su cabeza, solo Lou lo sabía.

Dreamin' - Escape

Reed vivió sus excesos años antes de crear la Velvet, y entre 1966 y 1975 mucho más: en los años setenta padeció la adicción a la heroína como pocos, pero a su desgarro siempre lo convirtió en arte. Magia y pérdida. En la década de los ochenta su vida cambió: dejó sus viejos vicios (porque se moría) y brindaba pocas entrevistas en las que hablaba de su acercamiento a lecturas sobre filosofía oriental y del Tai Chi, disciplina que comenzó a practicar. En noviembre del 2000, como parte de su gira sudamericana del disco Ecstasy, dio un concierto en el Teatro de Verano de Montevideo. En 2011 grabó el disco Lulu junto a Metallica. En los últimos años se lo vio recorriendo las calles de Nueva York en bicicleta: unas calles que caminó en mil y una noches y que conocía como la palma de su mano, esa que dejó tesoros como "Sunday Morning", "Stephanie Says", "Pale Blue Eyes", "Perfect Day" y más, mucho más.

"Lou murió dando pelea; hizo sus ejercicios de Tai Chi tan solo una hora antes de morir", dijo el doctor Miller al New York Times.



Publicado el domingo 27/10/2013 en la agencia de noticias Uypress

miércoles, 23 de octubre de 2013

Gravedad, de Alfonso Cuarón



El argumento es simple: los astronautas Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalski (George Clooney) sufren un accidente en su transbordador y quedan varados en el espacio. Un escenario expuesto con talento estético por el mexicano Alfonso Cuarón en las tomas subjetivas y los largos planos secuencia, los trucos del recurso de cámara free-float (Zero-G/Gravedad Cero) en los movimientos de los astronautas, junto con el apoyo en los admirables trabajos de Emmanuel Lubezki en la fotografía y de Steven Price, Glenn Freemantle y Hugo Adams en el sonido.

Gravedad es una experiencia de simulación e ilusión; un film que hay que ver en la sala de cine. Una celebración visual, del 3D: un trabajo superior que se destaca junto con Avatar (James Cameron, 2009) y las películas de Pixar en años de avalancha abusiva del formato por parte de Hollywood.

Sin necesidad de grandes metáforas y sermones multidireccionales, el film construye un conflicto catártico y humanista que recae en la experiencia y nostalgia del personaje de Stone atrapado en cuerpo y alma ante el espacio como medio hostil, con la trascendencia de la gravedad y el sonido. La historia de Alfonso y Jonás Cuarón (padre e hijo) se basa en diálogos de tan solo dos personajes y varios monólogos, y apela al elemento dramático en Bullock (en su rol como mujer y madre) y a cierto carisma y humor de Clooney en su papel de veterano astronauta. Pero el actor no actúa como un bufón: junto con su coprotagonista sostienen la tensión dramática y a la vez responden con aptitud las intensas coreografías que requiere el movimiento en Zero-G (Gravedad Cero).

Gravedad no es una película de ciencia ficción; es un drama que le debe más al teatro isabelino que a la neoplatónica, mística y hermética 2001: odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), film al que se lo ha comparado sin mayores fundamentos salvo por el incuestionable azote circular del espacio sobre el individuo y por sus evidentes méritos técnicos.







Dirección: Alfonso Cuarón. Guión: Alfonso y Jonás Cuarón. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Sonido: Steven Price, Glenn Freemantle y Hugo Adams. Elenco: Sandra Bullock, George Clooney, Ed Harris. 90 minutos. 2013.




Tráiler: