El quinto film en casi cuarenta años de carrera del director estadounidense Terrence Malick, es un ejercicio audiovisual que abarca la creación y fin del cosmos junto a la historia de una familia de clase media de Texas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
En El árbol de la vida Terrence Malick, en diálogo intimista, le habla a Dios, o al menos a un orden, ejemplificado en la voz de un niño, preguntando desde su habitación: "¿Dónde estás?". Un orden al que se le rinde tributo desde lo audiovisual hasta sus últimas consecuencias, hasta su propio fin según la caleidoscópica visión del cineasta: desde la creación del universo, pasando por la era mesozoica, el Big Bang, hasta la historia de la familia de los O'Brien en Waco, Texas, en la década de los años cincuenta, posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Todo esto bajo el control de Dios y, por supuesto para el espectador, bajo el de Malick.
A simple vista, los O'Brien evidencian
el arquetipo de familia sureña estadounidense de mediados de siglo XX:
el padre (Brad Pitt) severo, lacónico, amante del piano, de la música
clásica, y fracasado en el mundo de los negocios, en el "american way of
life"; la madre (Jessica Chastain), su antinomia: celestial, una figura
materna a imagen y semejanza de una santa; y los tres hijos: R.L
(Laramie Eppler), Steve (Tye Sheridan) y Jack (Hunter McCracken), quien
de adulto (Sean Penn) es un arquitecto, aparentemente exitoso, que
deambula en un mundo de metáfora, cercado por torres de cristal y en
literal descenso —según su padre: "Algún día caeremos y lloraremos, y lo
entenderemos todo. Todas las cosas"— hacia una búsqueda, su pathos:
los recuerdos de su infancia atravesados por la muerte de uno de sus
hermanos durante la adolescencia. Malick acierta en la representación de
esta tragedia en la escena inicial, a base de silencios: por un lado,
en el pasado con los padres asimilando la pérdida en las calles
desiertas de su vecindario; y décadas después, siguiendo a Jack en su
adultez. Un círculo.
Luego de esta escena ocurre una elipsis que recuerda a la más impactante de la historia del cine, cuando Stanley Kubrick en 2001: Odisea del Espacio (1968)
en pocos minutos pasa de la evolución de los simios en la conquista de
su territorio, su triunfo en la caza y la conquista, a la era espacial:
el lanzamiento del hueso-arma al cielo que recurre a una nave-satélite. En
el caso de El árbol de la vida se invierte el tiempo: de una tragedia
familiar a la creación del cosmos, de los planetas, la formación de la
materia y la presencia de dinosaurios, con unas imágenes para guardar en
la memoria a cargo de Douglas Trumbull, quien a su vez trabajó en los
efectos especiales del clásico film de Kubrick. Este es un film que hay
que presenciar en la sala de cine; de lo contrario, se pierde demasiado.
Su despliegue audiovisual, su esfuerzo, así lo amerita.
La fotografía de Emmanuel Luzbecki y
Alexandre Desplat en la banda de sonido —con el puntilloso uso de las
sonatas de Brahms y Berlioz, entre otros— son piezas clave para el
astronómico rompecabezas que Malick intenta plasmar con su método
narrativo conocido en Badlands (1973), Days of heaven (1978), La delgada línea roja (1998) y El Nuevo Mundo
(2005). Malick es un cineasta impresionista, de los que en la
actualidad se pueden contar con los dedos de una sola mano. Debe mucho a
los paisajes bucólicos de Emerson, Thoreau y Whitman, y busca, a través
del lenguaje cinematográfico y poético, una dirección acorde al rescate
de la naturaleza, al peso de un escenario donde los hombres deambulan
en cuerpo y alma, como hormigas en una selva.
Por otro lado, el film ganador de la
Palma de Oro del Festival de Cannes de 2011 cuenta con un buen número de
detractores, quienes acusan a Malick de realizar una obra panteísta
simplona y cándida, partiendo desde la cita inicial del Libro de Job
con un cambalache de conceptos bíblicos "new age" que incluye la
transmigración de almas en tránsito arrojadas en la trama sin dirección
alguna, deambulando en un suburbio o en una playa, en busca de la
redención previo a que el sol consuma a la Tierra. "Hay dos caminos a
seguir: el de la naturaleza y el de la gracia", dice la señora O'Brien.
La sentencia puede convencer o no, pero en este árbol, en su tronco,
ramas y raíces, hay otro camino para transitar: el de la imagen.
Crítica publicada en sitio web de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU)
Crítica publicada en sitio web de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU)
Dirección y guión: Terrence Malick
Fotografía: Emmanuel Luzbecki
Música: Alexandre Desplat
Reparto: Brad Pitt, Jessica Chastain, Sean Penn, Hunter McCracken, Tye Sheridan
Duración: 139 minutos
Trailer:
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