El director británico es un experto en el manejo de tensión y climas, un realizador más que interesante para situar al cine de acción de Hollywood en la actualidad. En Domingo sangriento (2002) y en United 93 (2006) tomó historias reales a las que con su cámara les indujo una vitalidad visual y emocional. Greengrass es un amante de la técnica del documental y también de la ficción (La supremacía de Bourne, 2004; El ultimátum de Bourne, 2007). Con sus típicos “jump cuts” y su inquieta cámara en mano busca la generación de suspenso in crescendo más que una ruptura. Sus aciertos en los encuadres y especialmente en el montaje final entre tanta toma, claves para el resultado final, recuerdan al Jean-Luc Godard de Sin aliento (1959) y El soldadito (1963). En sus películas, Greengrass genera una sensación de encierro al espectador pero no lo abruma ni subestima, ya que lo tiene en cuenta como parte fundamental de lo que le presenta.
Por otra parte,
están quienes afirman que el británico no es más que un talentoso
maniqueísta que apela al vértigo y trucos con su cámara para no
evidenciar falencias en su narración fuera de la lente. Quizá estos
detractores puedan observar la composición de Capitán
Phillips,
en la que no solo el trabajo de cámara está en un excelente nivel
además de contar con la notable dirección de fotografía de Barry
Ackroyd (especialmente en la descripción visual del barco carguero
en mar abierto), sino que cuenta con un sobrio guión de Billy Ray
(basado en la novela “A Captain's Duty”, de Richard Phillips y
Stephen Dalty) y con dos actores de lujo: Tom Hanks y el sorprendente
Barkhad Abdi.
La película se
basa en un hecho real: en 2009, cuatro piratas somalíes secuestraron
el barco carguero Maersk Alabama que recorría el cuerno de África
en ayuda humanitaria y luego tomaron de rehén al capitán Richard
Phillips, a cargo de la nave estadounidense. En la ficción es
interpretado por Tom Hanks, quien se encarga de la construcción de
un hombre regular no en un héroe sino en alguien apto para la
supervivencia (algo que ya hizo el actor en Náufrago,
en el año 2000 junto al director Robert Zemeckis, pero aquí con
mayor densidad dramática). Sobresale el contraste entre el aplomo de
la performance de Hanks con la fulminante narración visual de
Greengrass. Una de las claves para que funcione la película.
Otra clave es la
presencia de la némesis del capitán: el líder de los piratas, el
descarnado Muse, interpretado con luces por Barkhad Abdi. Un líder
de hombres desesperados y a su vez oprimidos por una organización
criminal jerarquizada. Pescadores devenidos en mercenarios. Así se
lo confirma Muse a Phillips: “Debe haber algo más que ser pescador
o pirata”, pregunta el americano. La respuesta del africano: “Tal
vez en América”.
Greengrass no se deja
llevar por el ritmo en su uso de cámara y sabe que esta historia no
es la de Jason Bourne. También es consciente que en el cine hay muy
poco para inventar. Como cineasta clásico y realista reconoce los
primeros planos de los rostros, rumbo a la desesperación, de
Phillips y Muse, dos hombres, dos capitanes, reunidos por
circunstancias externas y feroces. El dinero y el hambre. La última
escena en la que vemos a Phillips deja en evidencia, con una economía
tan brutal como admirable, lo que es capaz de hacer Hanks como actor.
Dirección: Paul Greengrass. Guión: Billy Ray. Fotografía: Barry Ackroyd. Edición: Christopher Rouse. Elenco: Tom Hanks, Barkhad Abdi, Barkhad Abdirahman, Michael Chernus, Catherine Keener. 134 minutos. 2013.