Woody
Allen continúa de gira en Europa. Llegó el turno de Roma. Junto con
Match Point, A Roma con amor es lo mejor del director neoyorquino en
la última década, aunque dista de sus máximas creaciones.
Historias de amor, humor absurdo y muerte, los tópicos escogidos.
En la última
década, la estadía filmográfica de Allen en Europa comenzó en
Londres, oscilando entre el drama y la comedia. Primero, el
implacable drama Match
Point (2005),
luego la comedia poco expresiva y apresurada Scoop
(2006),
y posteriormente el aceptable regreso al drama con
El Sueño de Cassandra (2007). Sin
siquiera detenerse cambió de escenario, se mudó a la ciudad condal
y recurrió al erotismo en
Vicky, Cristina, Barcelona (2008).
Dos años después regresó a Londres con la comedia romántica
Conocerás
al hombre de tus sueños,
y un año después llegó a la "ciudad luz" para crear la
inocente Medianoche
en París.
Como señala el
dicho, todos los caminos conducen a Roma. Allen no fue la excepción
y eligió rendir tributo a la "ciudad eterna" en A
Roma con amor.
Junto con Match Point, es su mejor film en la última década. Una
comedia acogedora, aunque lejos de sus mejores obras:
Annie Hall (1977),
Manhattan
(1979),
Zelig
(1983) y Balas
sobre Broadway
(1994).
Amor, humor absurdo, muerte
Estos tres tópicos se
presentan y entrelazan en este film. Con relación al amor, el autor
vuelve a abarcarlo a través de dos historias de jóvenes y sus
conflictos. Por un lado, la historia de un estudiante estadounidense
en Roma; y por otro, la llegada a la ciudad de una pareja de novios
provincianos del norte de Italia con ansias de comenzar una nueva
vida.
En el barrio Trastevere, Jack (Jesse Eisenberg), estudiante de
arquitectura, casualmente se encuentra en una esquina con el
fantasmal John (Alec Baldwin), veterano arquitecto que se convertirá
en la voz de la conciencia del joven cuando llegue por una breve
estadía la volátil actriz Mónica (Ellen Page), amiga de la novia
de Jack, Sally (Greta Gerwig). El joven se enamorará de Mónica y a
cambio tendrá una experiencia reveladora.
Siguiendo con el
amor, aún más conflictiva y lograda es la relación entre Antonio
(Alessandro Tiberi) y Milly (Alessandra Mastronardi), jóvenes recién
llegados a Roma desde Pordenone para comenzar una nueva vida. Un
desencuentro en la habitación de un hotel disparará ocurrencias y
tentaciones de una tarde que recuerdan al Allen de Maridos
y esposas
(1992) y más aún al Federico Fellini de El
jeque blanco
(1952). Hay un gran acierto en la inclusión de Penélope Cruz —de
regreso con Allen luego de Vicky, Cristina, Barcelona—
como prostituta y femme
fatale y
en la elección del italiano Antonio Albanese en el rol del actor
Luca Santa. Asimismo, Allen se da un lujo: la presencia de Ornella
Muti en un cameo representando a la actriz Pía Fusari.
Por otro lado, la
historia de Leopoldo Pisanello, donde Allen acude al humor absurdo,
situaciones inverosímiles que irrumpen para sorprender y generar
aquiescencia en el espectador. Leopoldo es un oficinista romano,
símbolo de la rutina del día a día, quien de la noche a la mañana
se convierte en una celebridad acosada por los medios que lo llevarán
a noticieros y a programas de debate para discutir sus trivialidades
diarias: desde su método para afeitarse por la mañana hasta cuántas
tostadas come en el desayuno. Allen critica a los paparazzi —de
una forma que puede recordar a La
Dolce Vita
de Fellini—
y al tratamiento de la fama con un enfoque mucho más absurdo y
acertado que el realizado en Celebrity
(1998), y que se emparenta en su condición efímera a la historia de
Mónica y Jack cuando Allen elige nuevamente burlarse de Hollywood y
sus producciones.
En A
Roma con amor
asimismo está presente la muerte, o al menos un sentimiento de fobia
y burla del autor a su proximidad. Un juego. En el guión hay
reiteradas referencias a la vejez y a la jubilación como principio
del fin o "puerta a la muerte".
Un claro ejemplo de
esto es la historia del director de ópera retirado Jerry (Woody
Allen), quien llega a Roma junto a su esposa, la psicóloga Phyllis
(Judy Davis, nuevamente junto a Allen tras Alice,
Maridos
y esposas,
Deconstructing
Harry
y Celebrity),
para conocer a la familia de Michelangelo (Fabio Paretini), el novio
romano de su hija Hayley (Alison Pill).
Dirección y guión: Woody Allen.
Jerry conocerá al
padre de su yerno, Giancarlo (el tenor Fabio Armiliato), encargado de
una funeraria —aquí
Allen se hace un festín en el guión y en las referencias—
y a su vez un tenor notable, aunque solo bajo la ducha. Aquí se
plantea un conflicto cuando a Jerry se le ocurre una idea al intentar
promocionar este talento innato y anónimo que despierta viejas
pasiones de su vida como director de ópera vanguardista. Este
conflicto culminará en una gran escena, otro punto alto de humor
absurdo, con Giancarlo cantando el aria Vesti
la Giubba para
beneplácito de Jerry y los aplausos de los diseñadores de moda
Domenico Dolce y Stefano Gabbana en otro cameo. Con acierto y
vigencia, en esta historia Allen incluso se burla de los críticos de
espectáculos y hasta del psicoanálisis en el personaje de Phyllis.
A Roma con amor
expone
a un realizador que plasma con comodidad tópicos recurrentes en su
filmografía y no manifiesta nostalgia ni pena por sus mejores años
de creación. Allen ya no busca sorprender. Eso lo ha logrado y con
creces. Sus historias y metáforas de amor, sus conflictos, el humor
absurdo y la presencia de la muerte, se entrelazan y se vuelven a
repetir. Más allá de un afable tratamiento cinematográfico de
Roma, con un uso de música y fotografía turística clichés a
conciencia, Allen, a sus 76 años, continúa de peregrino lejos de
Nueva York en un camino que siempre tuvo como punto de partida el
universo que él mismo se encargó de crear.
Dirección y guión: Woody Allen.
Fotografía: Darius Khondji.
Elenco: Woody Allen, Judy Davis, Alec Baldwin, Jesse Eisenberg,
Ellen Page, Roberto Benigni, Penélope Cruz, Alessandro Tiberi,
Alessandra Mastronardi, Fabio Armiliato, Ornella Muti.
102 minutos.
2012