miércoles, 20 de febrero de 2013

The Master, de Paul Thomas Anderson



Paul Thomas Anderson es uno de los directores más versátiles e intensos de la actualidad. En 1996 debutó con Sydney, pero desde Boogie Nights (1997) y Magnolia (1999) la impronta de su autoría reveló claramente una cinefilia y talento en la creación narrativa-audiovisual que reúne, sin jamás perder su sello propio, lo mejor del cine americano: entre la presencia del montaje invisible de Griffith (Lirios rotos, 1919) y la sintaxis cinematográfica de Kubrick en Barry Lyndon (1975). Petróleo Sangriento (2007), su película anterior y una de las imprescindibles del nuevo siglo, resume este concepto a la perfección con un perenne y urgente retrato de la historia de Estados Unidos y del capitalismo situado a comienzos del siglo XX, que rinde tributo a El Ciudadano (Orson Welles, 1941) y consagra a Anderson como un cineasta moderno. Hay que volver a ver una y otra vez sus películas: un realizador que reafirma el por momentos olvidado cine de autor en Estados Unidos, alejado de los parámetros actuales que proyecta la industria de Hollywood, y que se defiende simplemente con manifestar su arte.

The Master es su sexta película. Continuando con su voluntad de retratar la historia de su país en el siglo XX como el ascenso de la industria pornográfica en California en la década de los años setenta (Boogie Nights) y el arrebato del capitalismo fruto de la explotación de los pozos petrolíferos en California en las primeras décadas del siglo XX en Petróleo Sangriento en este caso Anderson se detiene en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, llevando a examen las consecuencias y tormentos que el conflicto provocó en la mente humana, mientras por otro lado abarca la creación de una secta y la figura de su líder. (Se ha indicado que esta es una película sobre los comienzos de la Cienciología, aunque tal afirmación simplifica el efecto final que busca el director).

Pero Anderson no solo es un exquisito paisajista de épocas con su cámara y escritura. Crea personajes inolvidables, víctimas de una estructura en desarrollo que los engulle, y una vez dentro los deja aislados. Así son Dirk Diggler y Daniel Plainview (protagonistas de Boogie Nights y Petróleo Sangriento respectivamente). En su nuevo film, esto ocurre con dos personajes, Freddie Quell (Joaquin Phoenix) y Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman): el primero, aislado durante todo el relato con un duro pasado en la marina durante la guerra y abrumado por el alcoholismo y su obsesión por el sexo; el segundo, líder de "La Causa", una secta basada en técnicas terapéuticas y de hipnosis. La secta, en formación, los apresa a ambos: a Dodd le limita su rasgo de ídolo, entre su megalomanía y las limitaciones de su propio discurso, entre místico y científico sobre este punto hay referencias a lo consciente y lo inconsciente, según Carl Jung, mientras Freddie transita un conflicto entre su pasado y su presente. La secta es la representación del futuro para ambos.


Lo que los une es un vínculo afectivo, y especialmente al experimentado y extrovertido Dodd la presencia de Freddie lo desafía y conmueve. No es un discípulo del montón. Y aquí otro detalle de la película: a través del guión, es ambiguo quién es realmente el Maestro. Es lo que expone Anderson, sin excesos retóricos sino con diálogos ingeniosos y cínicos que cuestionan el humanismo y el avance de la ciencia desde siglos atrás ante la corriente filosófica del existencialismo de mitad del siglo XX. El escepticismo de Anderson es puramente crítico.

El dueto entre Phoenix y Hoffman es un sostén para que el film no fracase entre tanto diálogo, la introducción de una secta y los conflictos individuales. Ambos actores se lucen y se acoplan en las escenas que comparten, sin opacarse el uno al otro y manejando los tiempos dentro de la narración, aunque la interpretación de Phoenix por sí sola se destaca por íntima y salvaje, y recuerda a los clásicos James Cagney y Paul Muni.

Anderson vuelve a demostrar su calidad con la cámara: la escena inicial de Freddie con su delirio a cuestas en la playa, construyendo figuras femeninas con arena, aislado del grupo de marineros, logra su impacto con la repetición de planos cenitales. Por otro lado, enfatiza el conflicto entre Freddie y Lodd a través del encuadre y el uso del plano en profundidad, acertado en escenas exteriores e interiores con la apuesta de filmar en fotogramas de 70 milímetros, que al superar los 35 mm resalta nitidez en la imagen lo que parece ser toda una declaración del cineasta hacia el recurso actual del 3D. La fotografía de Mihai Malaimare Jr. junto con el vestuario de Mark Bridges estilizan la recreación de época mediante el uso y contraste de colores cálidos y fríos.

En The Master, Anderson continúa lo que comenzó con el mosaico de historias mínimas en Magnolia: el constante estudio de alienación y conflicto orgánico del individuo ante un orden. Causa y efecto. Es evidente el vínculo entre la furiosa introspección de Freddie Quell con la de Daniel Plainview, personaje de su film anterior que a menos de seis años de su estreno va camino a convertirse en un clásico del cine. The Master es una película oscura y personal: su denuncia la coloca como un capítulo ineludible de la historia de Estados Unidos, a través de la revisión crítica y poética de Paul Thomas Anderson.






Dirección y Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Vestuario: Mark Bridges. Montaje: Leslie Jones y Peter McNulty. Música: Jonny Greenwood. Elenco: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Jesse Plemons, Rami Malek, Ambyr Childers. Duración: 137 minutos. 2012.


Trailer

 

3 comentarios:

dzalayeta unchained dijo...

no entendí el papel de amy adams, preñada a perpetuidad; en un western, con casa atrás, o cuatro paredes, yegua y árbol pelado, sería el rol civilizador, me dijeron. laura dern está desperdiciada.
por otra parte, tranquiliza saber que los procónsules del imperio son todos unos enfermos.like your father or your dog just died, y después entraron al programa de protección de testigos. ¿otra vez la sociedad de los cómplices? ¿el señor de las moscas?

me quedo con el abrazo en el césped, rodando. el horizonte inglés. los suelos, arena y roca, disparados, la libertad, más tarde o más temprano, cuando todos tuvimos vidas interesantes.

tremendo el cebolla erdosain, pequeño y peludo como el jiggs de pylon, u otro kaspar hauser, mejor, este phoenix; gran o hermosa y sutil película.
(imaginate ahora que hablan en alemán, me dijo la patrona.)

abrazo

Duroc dijo...

Usted sabe, amigo: lo importante es siempre lo que nos queda entre paréntesis.

(imaginate ahora que hablan en alemán, me dijo la patrona.)

Y no menos importante, lo que se pierde el espectador: el sabor del caliborato que prepara Freddie.

Dicen que por Colonia hay uno que prepara el mismo; si no igualito.

De La Campora con todo el amor dijo...

La alquimia, gato duro.
Saludos del Conurbano para Ud.