
lunes, 19 de septiembre de 2011
Super 8, de J.J. Abrams (2011)

Jeffrey Jacob Abrams dirige un film que rinde tributo al cine y fundamentalmente a las producciones de Steven Spielberg (Amblin Entertainment) durante la década de los años ochenta, de sábados de matinée, con un grupo de niños como protagonista, la desidia de los adultos y un extraterrestre cautivo en un mismo plano narrativo. Super 8 es más que un calco referencial a un estilo conocido, es una efectiva fiesta de la nostalgia.
Super 8 es un tributo al cine y, esencialmente, a cierto espectador que puede situar sin problemas a este film en el anaquel, en la memoria, próximo a E.T (1982) y Los Goonies (Richard Donner, 1985), el primero dirigido y el segundo producido por Steven Spielberg en Amblin Entertainment, empresa cinematográfica fundada en 1981 por Spielberg, Frank Marshall (Aracnofobia, 1990; ¡Viven!, 1993) y la productora Kathleen Kennedy. El film dirigido por J.J. Abrams —creador de la exitosas series de televisión Lost (2004-2010), Fringe (2008-actualmente), y de los films Misión Imposible III (2006) y Star Trek (2009)— es un homenaje con todas las letras a Spielberg, que asimismo ejerce como productor. El espectador que reconozca este campo preestablecido seguramente disfrute del film; el que lo desconozca, quizá pierda sus detalles esenciales, su metalenguaje, y quedará atado a una historia que reúne a un grupo de niños, aventuras, comedia, drama, ciencia ficción, un monstruoso extraterrestre y no mucho más.
La trama nos ubica en 1979 en el pueblito de Lillian, Ohio. El film comienza con un duelo, un golpe a la niñez: el velorio de la madre de Joe (Joel Courtney) y un incidente con un visitante, Louis Dainard, implicado en su muerte accidental. Meses después encontramos a Joe y a su grupo de amigos liderados por Charles (Riley Griffiths), compinche y director, en busca de filmar una película sobre zombies: su personaje, relacionado con ironía y humor con el célebre Orson Welles, resulta simpático e inocente más allá de sus guiños repetitivos; Alice (Elle Fanning) es la actriz, la musa del grupo y especialmente de Joe, quien le expresará con más gestos que palabras su amor; Cary (Ryan Lee) es el típico personaje festivo y torpe, el explorador que lleva los cuetes, el encargado de los “efectos especiales”, ejecutado en semejanza al asiático Data de Los Goonies.

Abrams, a su manera, es también uno de estos niños. Si hay algo que rescata Super 8 es el sentido de pertenencia, de compartir y cuidar un secreto, que su realizador ejemplifica desde el título, la imagen-icono de la película de 8 mm como punto de partida, de aventura, de cine en la mano, el artefacto que rescata la realidad: la situación presencial de los niños en el accidente ferroviario y el escape de un cautivo extraterrestre, que por supuesto las fuerzas militares y policiales perseguirán.
El elenco es aceptable, más que nada por los niños, primero como grupo y luego por algunas de sus partes, donde se destacan Charles (Riley Griffiths), Alice (Elle Fanning) y el expresivo Joe (Joel Courtney). En el caso de los adultos, se manejan bajo un escenario intencionalmente impuesto: están solos, no comprenden, actúan como zombies. Roles secundarios para el policía pueblerino Jackson, padre de Joe (Kyle Chandler), el sargento Novac (Noah Emmerich) y para el problemático Louis Dainard, padre de Alice (Ron Eldard), aunque este último manifiesta en su rol la incomunicación y sentimientos del mundo adulto.
Las escenas más conmovedoras de Super 8 son las que exteriorizan el contacto, con destacada participación del compositor de la banda sonora, Michael Giacchino (Lost; Up, 2009). Tres ejemplos: los niños y su descubrimiento, su presencia directa e inocente en el accidente, en el acto; el encuentro de éstos con el extraterrestre, el otro, en su cueva, su refugio —nueva similitud con Los Goonies—, y la posterior resolución; y el más directo: la analogía con E.T. en el contacto del collar de la madre de Joe con el extraterrestre. Estas escenas contrarrestan el conflicto generacional, mucho menos relevante en la trama, que coloca de un lado al sentido de grupo y unidad en los niños, el rescate de la infancia —que recuerda a Stand by me (Rob Reiner, 1986)—, y en el otro su oposición irreconciliable: los adultos.

La cuestión de base de Super 8 radica en la operación en el método, en su fin, dejando de lado aportes propios al espacio preestablecido —por ejemplo, si Adventureland (Greg Mottola, 2008) es un rescate autosuficiente y consciente de un pasado que jamás volverá, Super 8 no se propuso ni siquiera un mínimo reto a su idea medular—; pero por otro lado es un calco perfecto e intencional a la obra de otro cineasta, un tributo que acumula referencias y guiños que han funcionado en su momento a la perfección pero que aquí, décadas después, manifiestan que su propósito inicial no es buscar su propia voz sino generar el regocijo de una fórmula que resulta correcta dentro de sus propios límites de narración cinematográfica. Dentro de este espacio, Abrams realizó una fiel celebración, cine dentro del cine, que llega a su cénit con la ejecución de la home movie de los niños mientras caen los créditos finales.
Director y guión: J.J. Abrams
Productor: Steven Spielberg
Fotografía: Larry Fong
Música: Michael Giacchino
Elenco: Elle Fanning, Kyle Chandler, Amanda Michalka, Ron Eldard, Noah Emmerich, Gabriel Basso, Katie Lowes, Joel Courtney, Zach Mills, Marco Sánchez.
Duración: 112 minutos
Paramount Pictures / Amblin Enterntainment / Bad Robot
Trailer:
viernes, 9 de septiembre de 2011
El planeta de los simios: (r) evolución, de Rupert Wyatt (2011)
El film de Rupert Wyatt desempolva una saga dueña de más sombras que luces y la refresca desde la base de su argumento: la constitución, expresión y evolución del líder de una rebelión, el simio César. Un protagonista fuera de tiempo y espacio. Den al César lo que es del César, y al cine lo que es del cine.
Director: Rupert Wyatt
Guión: Rick Jaffa, Amanda Silver
Fotografía: Stephen F. Windon
Elenco: James Franco, Andy Serkis, John Lithgow, Brian Cox, Freida Pinto, Tom Feldon, David Oyelowo
Duración: 105 min
20th Century Fox
miércoles, 1 de junio de 2011
50 razones para ver y estudiar "The Wire"

Omar Little y Jimmy McNulty, dos piezas claves
“...y todas las piezas importan”
Lester Freamon (Episodio “The Wire”, Temporada 1)
But I ain't never crossed a man that didn't deserve it
Me, be treated like a punk, you know that's unheard of
Coolio, Gangsta’s Paradise
1. The Wire es la serie de televisión que hasta el momento llevó más al límite los artificios de este lenguaje audiovisual 2. Aquellos que la señalan como la gran novela en lo que va del siglo XXI, bajo semejante declaración, no erran 3. Lo que comprende la obra: sus partes por separado y como unidad 4. La ciudad de Baltimore, el tablero de ajedrez. 5. Sus piezas, la evolución, involución, y el tránsito de sus personajes (reyes, peones, caballos, torres, alfiles), sin excepción alguna. A modo de explícito ejemplo, la escena del “ajedrez”, cuando Dee Angelo enseña a jugarlo a Bodie y Wallace utilizando metáforas (The Buys, Temporada 1) 6. La apertura del campo de estudio para abarcar la ciudad de Baltimore: la policía, las calles, la delincuencia, las drogas, el sindicato de trabajadores de su puerto, la política, el sistema educativo y los medios de prensa 7. Baltimore, ciudad en su mayoría de población afroamericana, y su juego: “It’s all in the game”. Lo que sucede en la ciudad, en sus diferentes aristas. 8. El Poder y sus armas: balas, dinero, trajes y maletines 9. El nombre de la serie, The Wire: las escuchas telefónicas, los pinchazos a la línea como puntapié inicial a la Mise-en-scène 10. El puntilloso trabajo de David Simon, su creador 11. Las presencias de algunos de sus colaboradores: Dennis Lehane, Rafael Álvarez y Georges Pelecanos (escritores, guionistas); Robert Colesberry, Joe Chapelle, Ed Bianchi, Agnieszka Holland (directores) 12. La primera escena de la serie (que inicia con la imagen de la línea de sangre sobre el pavimento) 13. Jimmy McNulty: entre el arquetipo del policía moderno, el padre de familia y el terco borracho. Su perseverancia dentro del descontrol 14. Omar Little, su presencia en cada escena: temible con su escopeta y su chaleco antibalas, temible en sus palabras, su silbido y la cicatriz que le recorta el rostro; los niños lo ven venir, corren y gritan para avisar “¡Ahí viene Omar!”. Los códigos y la sobria homosexualidad del hombre más temible de los barrios bajos de Baltimore 15. La dualidad dialéctica entre los gángsters Avon Barksdale y su mano derecha, Russell “Stringer” Bell: los negocios según la escuela de la calle y la universitaria 16. El hilo narrativo de la serie, sumiso a los griegos Sófocles y Esquilo, a los rusos (desde Gorki hasta Dostoievski) y a clásicos ingleses como Shakespeare o Dickens. El tiempo manipula a los personajes, y no viceversa. Toda una novedad en una serie de televisión, donde los minutos suelen ser tiranos y comprimen argumentos 17. En su momento de estar al aire (de 2002 a 2008) no contó con demasiados espectadores; estos preferían otras series. Tras su ninguneo durante esos años, el paso del tiempo le ha devuelto su jerarquía. Un dato al respecto: Baltimore, al ser una ciudad con mayoría de ciudadanos afroamericanos, y la vida de éstos como protagonistas en esta serie en particular, para algunos, atentó directamente a su popularidad en ratings de espectadores. Lo referido en la razón 16 también influyó: el manejo de la trama, de los tiempos y recursos de narración le jugaron en contra ante un público mainstream 18. Cierta crítica la valoró en su momento, y le hizo justicia. La serie nunca estuvo sola, más allá que estuvo a punto de ser cancelada 19. The Wire es la serie de televisión “anti CSI” por excelencia 20. Las escuchas, los pinchazos en las comunicaciones como métodos (útiles como inútiles) utilizados por la policía para perseguir a los criminales 21. La incompatibilidad entre partes (piezas-personajes): los que mantienen los “códigos”, y los que ya los perdieron o nunca los tuvieron. La primera temporada mantiene un abismo de diferencias con la quinta, con denuncias de los propios protagonistas 22. Las diferentes versiones de la canción Way down in the hole, de Tom Waits (Temporada 2), interpretada por The Blind Boys of Alabama (Temporada 1), The Neville Brothers (Temporada 3), los jóvenes de Baltimore DoMaJe (Temporada 4), y Steve Earle (Temporada 5) 23. Las aperturas de los episodios, previas a los créditos iniciales 24. Los epígrafes en blanco, sobre fondo negro. Uno de éstos, quizá resume lo que representa The Wire: “...y todas las piezas importan”, dicha por Lester Freamon, el metódico encargado de las escuchas telefónicas (The Wire, Temporada 1) 25. La primera escena de este mismo capítulo: el cuerpo torturado y ultimado de Brandon (novio de Omar) sobre un automóvil al aire libre como mensaje, y la cámara recorriendo un cable para ingresar a la propiedad, la habitación del joven Wallace: un tributo del director del capítulo Ed Bianchi a Alfred Hitchcock en su escena inicial de Psycho (1960) 26. El proyecto Hamsterdam 27. Las idas y vueltas de los policías Herb y Carver 28. Omar Little testificando en el juicio al gángster Bird (All prologue, Temporada 2) 29. Chris y Snoop: su aura de ejecutores y sepultureros en el alternativo cementerio 30. El joven Marlo Stanfield. Sus semejanzas con Russell Bell y diferencias de líder ante Avon Barksdale, Wee-Bay o Proposition Joe. Marlo como símbolo del paso del tiempo: la nueva forma de operar, la quimera del nuevo capo gángster 31. Los funerales en el bar de los policías. El contraste narrativo entre uno de éstos y el de Tasha, amiga de Omar Little muerta tras una balacera (Dead Soldiers, Temporada 3) 32. Bubbles y su lucha interna como adicto, como persona 33. El estoicismo de dos personajes: Cedric Daniels (su ascenso como policía, entre el deber y su ética) y Mouzone, el implacable asesino a sueldo (“Lo más peligroso en Estados Unidos es un negro con carnet de biblioteca”, Storm Warnings, Temporada 2) 34. Cutty y su gimnasio de box: un breve espacio de inclusión social 35. Butchie, el oráculo. El amigo ciego de Omar y su tesorero personal. Su personaje vale cada una de sus palabras, de las escenas que le pertenecen. 36. El ascenso del político demócrata Thomas Carcetti, su llegada al poder y su permanencia 37. El diario de la ciudad, The Sun. Como la policía de Baltimore, debe hacer mucho con poco 38. Augustus como editor del diario, juez dentro del baile, del columpio de los medios de prensa 39. El aspecto dickensiano: paralelismo entre la pluma del escritor inglés sobre la orfandad (Oliver Twist) y el tratamiento de la serie sobre los vagabundos de Baltimore, los que quedan detrás (Temporada 5) 40. Los soldados-peones Dee Angelo y Bodie 41. La educación según Howard “Bunny” Colvin, del proyecto Hamsterdam a las aulas de la escuela pública de Baltimore 42. Las corbatas de Bunk 43. La estructura de los sindicatos del puerto de Baltimore. Frankie Sobotka y su aura de “working class (anti)hero” 44. El contraste entre el concepto de familia según los Sobotka (Frankie, Ziggy y Nick) y los “griegos” 45. La pelotudez e inocencia de Ziggy 46. La simpatía que puede despertar el político chanta Clayton Davis y su célebre blasfemia de cabecera 47. La famosa escena del “fuck”, de McNulty y Bunk: ambos llegan a una escena de crimen y únicamente dicen la palabra 38 veces (Old Cases, Temporada 1) 48. La cuarta temporada basada en el sistema educativo de la ciudad: la relación entre el ayer metódico policía y luego novato maestro Prez, y sus alumnos (Namond, Michael Lee, Randy, Duquan, Donut) 49. El niño Little Kenard y su relación con la denuncia final del film Ciudad de Dios (2002) 50. Lo que dejó Omar Little en su camino, y su posible analogía con el personaje del pibe Michael Lee. La continuidad del ciclo, el eterno retorno.
The Wire (2002-2008)
HBO

It came at night...
jueves, 12 de mayo de 2011
Lectura animal / Uso horario: dos gatos, un perro y Juan Rulfo

De izquierda a derecha (sentido horario): Silvestre, Snoop, R. Duroc, Rulfo y el mini-catre
lunes, 18 de abril de 2011
"El proceso", de Franz Kafka (1925)

Max Brod y Franz Kafka al sol
En la obra literaria de Kafka la relación causa-efecto es temible, en donde cada parte parece estar destinada a defender su postura antes que nada. Así se crea el universo de la incomunicación, una realidad persistente donde habitan y se desarrollan los personajes-individuos.
El inicio de la trama es inolvidable: Josef K. despierta en la habitación de la pensión donde reside, llama a la mucama para que le suba el desayuno, y en lugar de ésta vienen dos individuos de traje negro, de temple lúgubre, quienes le informan que ha sido arrestado. Aquí nace el conflicto: K. deberá vivir un proceso frente a una causa, delito o crimen que nunca le es definido. Una situación que en un principio no le impide seguir con sus quehaceres diarios (como desempeñar su alto cargo en un banco de la ciudad, ir a la taberna o visitar a su amiga Elsa) mientras cumpla con unos simples protocolos de rigor, como presentarse en ciertas oficinas una vez por semana. Es una justicia que le acoge cuando K. va, y lo deja ir cuando éste se marcha.
Pero lentamente la trama comienza su bifurcación y vemos la inmovilidad de K., presa de un sistema jurídico corruptible desde su base e imperturbable en su alta jerarquía, con inacabables grupos de funcionarios establecidos en una imperturbable burocracia de ciclópea estructura.
Esta burocracia es paciente sólo frente a sus propias reglas y hace lo que quiere con los hombres. En este círculo vemos al acusado en una actitud combativa frente a su situación, ejemplificada en el capítulo donde utiliza su capacidad de orador en una primera sesión sobre su proceso frente a una galería atestada por unos funcionarios temibles y consecutivos: como señaló el propio Kafka, “el proceso se mueve dentro del círculo al que artificialmente se ha limitado”.
El misterio y la paranoia crecen con el pasar de las páginas con personajes que se suceden: la señorita Bürstner, el tío de K., el abogado, el pintor, Leni, Block, y un sacerdote que le relata al acusado un pequeño relato acerca de “la ley”, que es tan famoso como el propio libro. Resumido, dice así:
“Un campesino se presenta ante la ley pero debe atravesar una puerta, abierta de par en par, vigilada por un guardia con aspecto de bárbaro pero paciente en sus palabras. El campesino, al creer que la ley es igual para todos desea entrar, mira hacia dentro, pero el guardia le dice que puede entrar pero no se lo recomienda. Una vez que pase esa puerta habrá otras con otros guardias de mayor poder que él y más temibles. El campesino teme y espera por años que se le dé el permiso para entrar. Su conducta en un principio es de gritar y protestar, pero luego y a medida que envejece sólo se limita a gruñir entre dientes. Entre inútiles súplicas, interrogatorios y sobornos se da una relación entre guardia y campesino, y así pasa la vida de éste último. Finalmente el campesino pregunta al guardia, sintiendo el peso de los años, el arribo de su muerte: Si todos aspiran a entrar a la ley, ¿cómo se explica que en tantos años, nadie, fuera de mí, haya pretendido hacerlo? El guardia, al ver al anciano campesino próximo a su fin, sentencia: Nadie sino tú podía entrar aquí, esta entrada estaba destinada sólo para ti. Ahora me marcho y la cierro”.

El proceso es un libro que como el grueso de la obra de Franz Kafka nunca hubiese visto la luz a no ser por la voluntad de su amigo Max Brod, quien decidió publicar los escritos más allá de la voluntad de Franz de destruir todo. “Inacabada”, fue cómo el propio autor calificó esta obra, pero según su amigo, la trama bien puede continuar hasta el mismo infinito. A Brod se le debe poco menos mérito que al propio escritor en el rescate, cuidado y en dar a conocer una obra literaria atemporal. Lo que podría referir la pregunta de qué sería de Franz Kafka sin Max Brod, o de otros como Karl Marx sin la amistad de Friedrich Engels.
Asimismo, esta obra ha tenido certeras adaptaciones al cine: Orson Welles lo logró con justicia en 1963, y en 1985 Terry Gilliam basó su film futurista Brazil influenciado por este universo kafkiano.
El Proceso puede ser una historia acerca de un engaño, una pesadilla (de pesadillas), la trama de la Commedia de Dante llevada a la modernidad, o un laberinto del absurdo. Pero nunca dejará de ser una de las más valientes metáforas (en su sentido erudito como corpóreo) acerca de la extraña y perdurable condición humana.
Franz Kafka (1883 – 1924). Otras obras: La metamorfosis (Novela - 1917), Carta al padre (Diario - 1919), El castillo (Novela - 1922), Diarios (1910-1923), América (Novela - 1927), Cuentos completos (1971).
martes, 29 de marzo de 2011
Marat como segundo nombre

Podemos tener aventuras con perras, hacer pichí sin hedor. Es tolerable. Pero el tema del segundo nombre lo tenemos tatuado. Tenemos historia, tenemos legado. Mi nombre, entonces, es Rémy Marat Duroc. Tengo un sin fin de hermanos/as, por allá y por más acá, con sus respectivos segundos nombres estacados: João Marat, Arístides Marat, Aquiles Lanza Marat, Copiapó Marat; Laura Marat, Yanina Marat, Simone Marat, dentro de una larga, confusa y deleznable lista.
Un recuerdo de mi infancia halla a mi Padre y su odio al nombre Charlotte. Había problemas: ya sea cuando jugaban los Hornets de la NBA en la tele, mi progenitor cambiaba el dial, o cuando una vez compró una musculosa de Alonzo Mourning, simplemente para quemarla frente a la familia. Recuerdo algún que otro sabio ronroneo, acompañado siempre de su palabra, con las almohadillas casi quemantes: "Es necesario (Il faut) ser abstracto, pero con los pies sobre la tierra (o sobre la mierda)".

R. Duroc.-
* Extraído de "Era la tercera vida y me hicieron creer que era la cuarta (mientras sonaba de fondo Whip it, de Devo)".
jueves, 10 de marzo de 2011
miércoles, 23 de febrero de 2011
"The Fighter", de David O. Russell (2010)


Por su parte, Micky ha tenido traspiés en peleas y los vecinos también lo saben. Admira a Dicky, pero sabe que ha sido un obstáculo más que un estímulo, y ahí la trama toma una nueva dirección, en el conflicto entre estos dos caminos. En el suyo, Micky conoce a la templada Charlene, interpretada por Amy Adams (Atrápame si puedes). Las escenas de Wahlberg con Adams se desarrollan como una creíble suma de partes, lo que no ocurre cuando comparte escena con Bale, quien termina opacándolo al captar toda la atención.
La otra gran actuación es la de Melissa Leo interpretando a Alice, manager de Micky y madre no sólo de los hermanos, sino también de sus hermanas: un "conventillo" de solteronas que recuerdan a Selma y Patty Bouvier de Los Simpsons. A la familia Ward le corre sangre irlandesa por las venas, dato no menor.


Guión: Scott Silver, Paul Tamasy, Eric Johnson
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Mark Wahlberg, Christian Bale, Melissa Leo, Amy Adams, Mickey O’ Keefe, Jack McGee.
Duración: 115 min.
The Weinstein Company
M. Dávalos.-
martes, 1 de febrero de 2011
"The Black Swan", de Darren Aronofsky (2010).

El film expone una desintegración. Con excesos, Aronofsky trabaja nuevamente el desarrollo del personaje -como lo hizo en The Wrestler, con un Mickey Rourke destacado- utilizando ciertos juegos y modismos que le conocimos en aquel debut auspicioso en Cannes por los años noventa, con su obra en blanco y negro Pi.
Black Swan va del blanco al negro. La trama ubica a la bailarina Nina Sayers en su afán de representar al Cisne en la célebre obra El lago de los Cisnes. La actriz Natalie Portman la interpreta, en su papel más destacado hasta el momento, superando su recordado rol de niña en El Perfecto Asesino, de Luc Besson.
Portman atrae con su labor protagónica del personaje atormentado en la carne, en el martirio. Frágil por fuera, hirviente in crescendo por dentro. New York y su Subway la acompañan junto al abúlico profesor Thomas Leroy (con un Vincent Cassel de labor apagada) y un alter-ego palpable, y por momentos lúcido, interpretado por Mila Kunis (That 70’s Show). Allí se constituye un triángulo que más allá de sugerir no culmina en su aporte a la trama, especialmente por Thomas, quien le aconseja a Nina que se suelte, que se toque para así llegar a su “liberación”. Y poco más. El personaje de Beth MacIntyre (Winona Ryder) no llena el ojo como la veterana bailarina rechazada por Thomas. No se justifica su presencia.
Psicología, flagelo y tormenta expone la lente de Aronofsky para su justificación desde el personaje principal. El film por momentos deambula bajo la bandera a media asta de lo abstracto, la que en su lenguaje audiovisual intenta representar un “rescate”, de esencia similar a aquellos innecesarios poemas de panfleto que André Breton dedicara al célebre bailarín ruso Vaslav Nijinsky cuando el Surrealismo yacía en el declive y el ruso era un cadáver exquisito; la imagen y el suplicio. Asimismo, en Black Swan esto es un abuso de recurso.
La relación madre-hija es otro punto que no pasa desapercibido. Quizá un desarrollo utilizando más trama disponible a través del guión presentado (a cargo de Mark Heyman, Andrés Heinz y John McLaughlin, quienes avalan la frase ‘tres son multitud’) pudo fortalecer al film. La patología puede pasar del rastro en el cuerpo, la aparición de heridas a flor de piel, a noches conociendo nuevos chicos. Y la posesión: la madre que deja su verdadera pasión por su hija, por un embarazo, por tenerla. Erica (Barbara Hershey) es una presencia determinante en el desarrollo de Nina, y si lo resumimos en una imagen queda expuesta en la infantil decoración de su cuarto y asimismo en su médium de comunicación. Al ver a la postre el tratamiento metalingüístico de la relación, se explicita: Aronofsky no es Buñuel ni Lynch.
Lo que Aronofsky sí comprendió fue filmar la danza, y allí salió a buen puerto, en filmar el proceso de transformación Odette-Odile. Especialmente en la secuencia final, la que puede conmover al espectador. La melodía de Tchaikovsky (adaptada por Clint Mansell) le dio una buena mano, como es de suponer. Otro mérito: la dirección de arte de David Stein. De lo mejor del film, el logro de la lente en ciertas escenas cuando no se cae en la repetición de recursos, como por ejemplo en la danza “de performance” y en la particular –y freudiana- escena de los retratos y pinturas “móviles” realizados por la madre de Nina.
El Cisne Blanco culmina en El Cisne Negro, y viceversa; en la invasión total, la imagen de sueño tras la perfección. El arte pagándose a sí mismo como único precio y sacrificio. El viaje logra bellas imágenes con claro mérito de Aronofsky, pero un tibio manejo de la trama y excesos en el guión, junto con la falta de construcción de estructura de personajes claves, hace que el viaje sea en buena parte parsimonioso, con corriente en contra. Sin embargo, el Cisne se mueve.
Dirección: Darren Aronofsky
Guión: Mark Heyman, Andrés Heinz y John McLaughlin
Cinematografía: Mathieu Libatique
Reparto: Natalie Portman, Vincent Cassel, Mila Kunis, Barbara Hershey
108 minutos
Fox Searchlight
Trailer:
M. Dávalos.-
domingo, 23 de enero de 2011
“The King’s Speech (El discurso del Rey)”, de Tom Hooper (2010).

Desde el día en que el cristianismo dijo al hombre:
- «Eres un ser doble, compuesto de dos seres, uno perecedero y otro inmortal», desde ese día se ha creado el drama.
Víctor Hugo, Prefacio de Cromwell.
Lo más destacado de este film es el dueto que componen los actores Colin Firth y Geoffrey Rush. El primero se ha llevado muy buenas y merecidas críticas al interpretar al Duque de York, “Bertie”, tartamudo desde niño. Luego de la muerte de su padre, el rey George V, y de la prematura renuncia del sucesor al trono, su volátil hermano menor, Edward VIII (Guy Pearce), por casarse con una mujer dos veces divorciada -algo no permitido en la realeza inglesa-, Bertie debe asumir como rey George VI de Inglaterra en tiempos duros, con la inminente Segunda Guerra Mundial a la vuelta de la esquina.

No hay una sola escena que haga menguar la historia cuando Bertie y Lionel Logue la presencian. Ambos juegan con conocidos elementos psicológicos, de comunicación, con la comedia y tragedia bajo trucos de teatro y escenarios para plantearlos sobre otro lenguaje, el cinematográfico. Un detalle no menor: Logue es un malogrado actor de tablas, amante de Shakespeare. Acierto del guionista David Seidler. Otro punto que se hace notar y acentúa este hecho: los decorados y ambientación de interiores (desde el supuesto Buckingham Palace hasta el departamento de Logue) aportan para un clima que logra la atención.
El joven director inglés Tom Hooper (The Damned United) conoce la obra de los clásicos de su país (específicamente las de Chaucer y Shakespeare) y sabe qué tomar –y qué no- para realizar sus últimos films. Aquí buscó algo y lo logró, sin mucho romance. Se nota que eligió bien las piezas, desde la relación de actores, origen de diálogos y concepción del drama.

Tom Hooper
El drama de este inteligente film es el que atormenta al rey y, metáfora mediante, expone más allá de mostrar a un hombre inseguro, una necesidad y una búsqueda, un discurso, una voz que lucha para ser oída.
Dirección: Tom Hooper
Guión: David Seidler
Cinematografía: Danny Cohen
Reparto: Colin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham Carter, Guy Pearce, Derek Jacobi.
118 minutos.
Weinstein Company
M. Dávalos.-
Trailer: