
Paul Thomas Anderson es uno de los directores más versátiles e intensos de la actualidad. En 1996 debutó con Sydney, pero desde Boogie Nights (1997) y Magnolia (1999) la impronta de su autoría reveló claramente una cinefilia y talento en la creación narrativa-audiovisual que reúne, sin jamás perder su sello propio, lo mejor del cine americano: entre la presencia del montaje invisible de Griffith (Lirios rotos, 1919) y la sintaxis cinematográfica de Kubrick en Barry Lyndon (1975). Petróleo Sangriento (2007), su película anterior y una de las imprescindibles del nuevo siglo, resume este concepto a la perfección con un perenne y urgente retrato de la historia de Estados Unidos y del capitalismo situado a comienzos del siglo XX, que rinde tributo a El Ciudadano (Orson Welles, 1941) y consagra a Anderson como un cineasta moderno. Hay que volver a ver una y otra vez sus películas: un realizador que reafirma el por momentos olvidado cine de autor en Estados Unidos, alejado de los parámetros actuales que proyecta la industria de Hollywood, y que se defiende simplemente con manifestar su arte.
The
Master
es su sexta película. Continuando con su voluntad de retratar la
historia de su país en el siglo XX —como
el ascenso de la industria pornográfica en California en la década
de los años setenta (Boogie
Nights)
y el arrebato del capitalismo fruto de la explotación de los pozos
petrolíferos en California en las primeras décadas del siglo XX en
Petróleo
Sangriento—
en
este caso Anderson se detiene en los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, llevando a examen las consecuencias y tormentos que
el conflicto provocó en la mente humana, mientras por otro lado
abarca la creación de una secta y la figura de su líder. (Se ha
indicado que esta es una película sobre los comienzos de la
Cienciología, aunque tal afirmación simplifica el efecto final que
busca el director).
Pero
Anderson no solo es un exquisito paisajista de épocas con su cámara
y escritura. Crea personajes inolvidables, víctimas de una
estructura en desarrollo que los engulle, y una vez dentro los deja
aislados. Así son Dirk Diggler y Daniel Plainview (protagonistas de
Boogie
Nights
y Petróleo
Sangriento respectivamente).
En su nuevo film, esto ocurre con dos personajes, Freddie Quell
(Joaquin Phoenix) y Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman): el
primero, aislado durante todo el relato con un duro pasado en la
marina durante la guerra y abrumado por el alcoholismo y su obsesión
por el sexo; el segundo, líder de "La Causa", una secta
basada en técnicas terapéuticas y de hipnosis. La secta, en
formación, los apresa a ambos: a Dodd le limita su rasgo de ídolo,
entre su megalomanía y las limitaciones de su propio discurso, entre
místico y científico —sobre
este punto hay referencias a lo consciente y lo inconsciente, según
Carl Jung—,
mientras Freddie transita un conflicto entre su pasado y su presente.
La secta es la representación del futuro para ambos.


Lo
que los une es un vínculo afectivo, y especialmente al experimentado
y extrovertido Dodd la presencia de Freddie lo desafía y conmueve.
No es un discípulo del montón. Y aquí otro detalle de la película:
a través del guión, es ambiguo quién es realmente el Maestro. Es
lo que expone Anderson, sin excesos retóricos sino con diálogos
ingeniosos y cínicos que cuestionan el humanismo y el avance de la
ciencia desde siglos atrás ante la corriente filosófica del
existencialismo de mitad del siglo XX. El escepticismo de Anderson es
puramente crítico.
El
dueto entre Phoenix y Hoffman es un sostén para que el film no
fracase entre tanto diálogo, la introducción de una secta y los
conflictos individuales. Ambos actores se lucen y se acoplan en las
escenas que comparten, sin opacarse el uno al otro y manejando los
tiempos dentro de la narración, aunque la interpretación de Phoenix
por sí sola se destaca por íntima y salvaje, y recuerda a los
clásicos James Cagney y Paul Muni.
Anderson
vuelve a demostrar su calidad con la cámara: la escena inicial de
Freddie con su delirio a cuestas en la playa, construyendo figuras
femeninas con arena, aislado del grupo de marineros, logra su impacto
con la repetición de planos cenitales. Por otro lado, enfatiza el
conflicto entre Freddie y Lodd a través del encuadre y el uso del
plano en profundidad, acertado en escenas exteriores e interiores con
la apuesta de filmar en fotogramas de 70 milímetros, que al superar
los 35 mm resalta nitidez en la imagen —lo
que parece ser toda una declaración del cineasta hacia el recurso
actual del 3D—.
La fotografía de Mihai Malaimare Jr. junto con el vestuario de Mark
Bridges estilizan la recreación de época mediante el uso y
contraste de colores cálidos y fríos.
En
The
Master,
Anderson continúa lo que comenzó con el mosaico de historias
mínimas en Magnolia:
el constante estudio de alienación y conflicto orgánico del
individuo ante un orden. Causa y efecto. Es evidente el vínculo
entre la furiosa introspección de Freddie Quell con la de Daniel
Plainview, personaje de su film anterior que a menos de seis años de
su estreno va camino a convertirse en un clásico del cine. The
Master
es una película oscura y personal: su denuncia la coloca como un
capítulo ineludible de la historia de Estados Unidos, a través de
la revisión crítica y poética de Paul Thomas Anderson.
Dirección y Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Vestuario: Mark Bridges. Montaje: Leslie Jones y Peter McNulty. Música: Jonny Greenwood. Elenco: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Jesse Plemons, Rami Malek, Ambyr Childers. Duración: 137 minutos. 2012.
Trailer:

Dirección y Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Vestuario: Mark Bridges. Montaje: Leslie Jones y Peter McNulty. Música: Jonny Greenwood. Elenco: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern, Jesse Plemons, Rami Malek, Ambyr Childers. Duración: 137 minutos. 2012.
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