jueves, 9 de abril de 2009

“Luca”, de Rodrigo Espina (2007)



Luca en Traslasierra, Córdoba

A J.G., por compartir.

In memoriam, A.S.


La figura de Luca Prodan es amplia, caótica y difícil de abarcar si su realizador no puede separar ciertos conceptos antes de dar el puntapié inicial. Infancia en Roma, extranjero en colegio escocés, adolescencia en una turbulenta Londres; heroína, cárcel, sierras, paz, “under”, explosión, muerte, mito. Proyectos audiovisuales anteriores sobre dicha figura han pecado por falta de verosimilitud, quizá por intentar abrazarse de primera al mito: a la pelada, al italiano bravucón, a un nuevo jingle de la ginebra Bols. Rodrigo Espina de antemano tenía ventajas como desventajas para su proyecto. La gran ventaja es haber estado tras bambalinas, siendo parte de aquellos años. Una desventaja podría ser que este film no tenía el apoyo consensual de los ex integrantes de Sumo. Pero el mayor acierto de Espina es apelar de forma intimista al Luca off the record, dejando poses o mitos de lado. La casa tenuemente iluminada, con una radio y el cassette con Luca contándonos su historia conversando, en lecturas de cartas y zapando temas con su criolla, genera el acercamiento, para jamás perderlo a lo largo del film.

Con amigos, tomando algo prestado (?)

Un ejemplo sobre esta puntualidad, el del tratamiento de Luca fuera de mito, Espina lo indica en una escena de obligada carcajada: en un momento del film, aparecen dos ancianos con atributos campestres, a los cuales el realizador les pregunta (vale recalcar una de las pocas ocasiones donde se escucha su voz) si recuerdan a Luca, el cantante de Sumo, y estos nada, ni idea. Pero en el momento en que Espina les aclara: “El italiano, el que vivía en las sierras con Timmy Mc Kern”, ahí algo explota, y estos se acuerdan. “¡Síiiii! El italiano que vivía con Timmy…”.

Otro gran acierto, más allá de la voz de Luca: el mosaico de personajes de su mundo. Su madre, que parece ser toda una actriz frente a una cámara, su sensibilidad parece lúdica, amenizando el relato; Michela, su prudente hermana; un ex compañero del colegio escocés de Gordonstown; Stephanie Nuttal, la inglesa primer batera de Sumo que tuvo que abandonar la banda al arribo del conflicto Falkland-Malvinas; Germán, Alejandro y Superman, con infalibles anécdotas del romano; sus dispares novias o compañeras de ruta, que llegan al consenso de abrigar la influencia de este inquieto niño; su hermano menor, Andrea y Timmy Mc Kern (manager de Sumo), su familia en Argentina; y Duccio, el torturado compañero de andanzas de Luca en tiempos de heroína a rajatabla. Es brutal la escena donde este escucha varios años después el audio de su amigo deseándole la paz interior. "Si lo ven a Duccio, denle todo mi amor", dice Luca.

En este documental, Luca siempre está ahí, cerca: su soledad, su confesión a viva voce y con la criolla que surgen del cassette; los archivos fotográficos brindados por su familia, perlitas de la banda tocando en vivo (con la inolvidable “Stand by me”); un mini film de Espina con Luca y su campera corriendo en la calle soleada, en un balcón bajo el tema “Running Away”, como si fuera un personaje de un film de Godard; cuando recibe masajes, cuando se fuma un porro antes de subir a escena; en un zaguán, junto a su amigo “el colorado” tocando “Alabama’s Song”.

Con su hermano Andrea en un parque londinense

Lejos de densas recetas de documentales sobre mártires caídos, Espina ofreció un film sincero, alejándose de clichés tenebrosos o redimir el mito. Decidió jugársela por la vena del artista, el que se vino al fin del mundo a renacer, el que nunca olvidó sus demonios personales ni de donde venía. Le hizo un gran regalo. Hacia el final afirma que Luca murió con una sonrisa, un 22 de diciembre de 1987, a los 34 años. Eso se ha dicho anteriormente, pero a alguien que haya seguido a esta banda y a dicho frontman, no le cuesta esbozar una frente a ese momento, frente a esas palabras blancas sobre fondo negro.

Al culminar el documental, se escucha el final de “White Trash” mientras tipos barren el reducto donde ya pasó el tornado, donde pasó Sumo (Astros, Obras, quizá sea uno de esos dos), ya con las butacas vacías. No seré yo precisamente quien diga que la fiesta se terminó, primero que nada porque no soy nadie para emitir semejante juicio, y segundo porque no sé si alguna vez Sumo fue una “fiesta”. Pero puedo sospecharlo. Algo ha concluído, y el lente de Espina así lo manifestó. “The happy days were busted”, señaló Luca en Divididos por la felicidad. Alberto “Superman” Troglio, batero de la banda, afirma: “Un concierto de Sumo era como la campana que indicaba el comienzo del recreo”.


Director: Rodrigo Espina
Productores: Aníbal Esmoris, Marcelo Schapces. Barakacine.
Duración: 90 minutos
País de Origen: Argentina



M.Dávalos.-


Trailer:



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