viernes, 16 de enero de 2009

“The Dark Knight”, de Christopher Nolan. (2008).




 
En 2005 Christopher Nolan (Memento, Insomnia) revivió al hombre murciélago en Batman Begins. Lo logró ya en la primera hora de metraje, donde había énfasis en el origen del hombre solitario detrás del disfraz, dueño de una enorme herencia monetaria y apesadumbrado por su pasado. 

La labor del director británico no era fácil. Había que revivir a Batman luego de que Joel Schumacher quien olvidó el colorido trabajo de Tim Burton con el enmascarado se encargara prácticamente de violarlo y dejarlo en estado semi-comatoso en Batman & Robin (1997). Aquella versión miserable asimismo se recordará para la posteridad por el inolvidable traje con tetillas del hombre murciélago. Ciudad Gótica era congelada por el Capitán Frío, interpretado por el actual gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. Lo único para destacar de aquel film es la canción central de su banda sonora, a cargo de los Smashing Pumpkins: The end is the beginning is the end.

Tres años después de la primera entrega de Batman a cargo de Nolan, llegaría la segunda. Con un peso abrumador y un accidental empuje de marketing o de morbo: la muerte de Heath Ledger (Brokeback Mountain, I’m not there), actor en considerable ascenso en el rol del Joker.

Más allá del complejo trabajo de Nolan junto a su hermano Jonathan, vale destacar el trabajo de cámara. Rotación, traslación, pausa, variedad de planos, un montaje puntilloso: desde los altos rascacielos bajo la inhóspita noche de la ciudad, pasando por los planos a ras del pavimento en las persecuciones hasta los primeros planos en los protagonistas, a lo que debe sumarse el uso de la tecnología Imax en el proceso de filmación. El aura visual del film, de tinte desolador, evoca otros como M, de Fritz Lang, Alphaville de Jean Luc Godard, o Blade Runner, de Ridley Scott. Pero los hermanos Nolan no están solos: Wally Pfister es el encargado de la cinematografía, y es un lujo lo que logra en las noches de Ciudad Gótica y de Hong Kong; Hans Zimmer y James Newton Howard se encargan de darle el aura melódica al paisaje; y John Caglione Jr. se encarga de sorprender con el maquillaje del Joker y el de Dos Caras.

Una de las numerosas lecturas de la película, la más simplista, es la de “temporalidad”. Si como señala el título del film, Batman es el “Caballero de la Noche”, el abogado Harvey Dent es el “Caballero del Día”, el héroe de la ciudad, quien se lleva el mérito de estratos del orden, sus aplausos y reconocimiento. Sobrio es el adjetivo que puede ajustarse a la performance del actor Aaron Eckhart (Erin Brockovich, Thank you for smoking) como el abogado Dent, quien sufrirá en su justicia como en su propia carne una metamorfosis que culminará en el dictamen de las Dos Caras de una moneda. Uno hace su suerte. Dent es una lejana especie vigilante de Rudy Giuliani pero más atractivo, de pose y rostro de perfumes masculinos Ralph Lauren. El abogado corteja a Rachel Dawes, el amor de infancia de Bruce Wayne, interpretada por Maggie Gyllenhaal (Donnie Darko, La secretaria) en un papel poco recurrente, que no termina de darle forma al triángulo amoroso pero que será clave para el rumbo de la última hora y media del film. Gary Oldman (Sid & Nancy, Amada Inmortal) interpreta al Comisionado Gordon, el policía que vive de fracaso en fracaso y cree más en la justicia que forja Batman que en la que ejerce el aparato estatal. Ciudad Gótica es una metáfora temporal de Nueva York, con el acierto de la oscuridad y desconcierto que desde hace ya setenta años patentó Henry Miller en su Trópico de Capricornio, o el mismo Federico García Lorca en Poeta en Nueva York, ambos presos de abstracción, de frío. Pero también cumple la función de ciudad desnuda, en estado próximo al nocaut como Roma antigua próxima a sufrir su último saqueo, o, como señala el mismo Joker en uno de sus monólogos de bagaje abrumador como filosófico: “Es cuestión de alterar mínimamente el orden para que todo se convierta en caos”. Esta es su labor, su diversión, la justificación de su presencia. Dentro de esta lectura, el Joker es el “terrorista”.


Pero hay otras lecturas, afortunadamente. Otra puede ser la de “espacialidad”. Y aquí el villano, el "malo" de la película: El Joker. El trabajo que realizó Ledger fue de pura dedicación. El villano que el actor presenta nos recuerda, más allá de su tragedia personal, la desaparición de un joven talento que el cine, como arte, pierde. Esta performance es el espíritu del film. Y no hay con qué darle. Hay que verla. Es cierto que cuando el Joker no está en escena se lo extraña. Más allá de la cáscara del personaje, los tics de la lengua —sobre los cuales hasta las vendedoras de quiniela de varias esquinas pueden emitir juicio sin siquiera haber visto el film—, el uso de su voz, hay más, mucho más. Más allá del preciso trabajo de maquillaje, la melena siempre húmeda, los ojos negros de cachorro y sus movimientos de pura explosión silenciosa —ver la escena del interrogatorio con un inspector—, los modismos y estampa “junkie” que el actor australiano le aportó al personaje, lo empujan hacia un precipicio que no tiene fin, sólo sistemática evolución. Y aquí aparece nuevamente Christopher Nolan junto a su hermano Jonathan, quienes construyeron arduamente el alma del Joker, su “representación”. Aquí hay un trabajo sobresaliente, más allá de la adaptación de comics como The Killing Joke o The Dark Knight Returns para solventar la trama. Este “villano” tiene otro fin, de magna esencia; no se conforma con poco —la escena de la montaña de dinero en un galpón y el monólogo lapidario—. Esta es una creación contra-cultural en el fiel sentido del concepto: es la sombra de los cuatro Sex Pistols, una pesadilla de Malcolm Mc Laren, el contorno de oralidad Dadá, Artaud, Nijinski, Lautréamont cantando, Miller caminando en la Gran Manzana, es una aproximación al libre albedrío dostoievskiano. Es un fantasma, puro impulso a la libertad de acción por donde se la mire, quizá la que inevitablemente lleva a la destrucción, y no a la locura.

Lo que no se sabe es si Bruce Wayne tiene noción de todas estas cosas, pero de cierta manera parece sentirlas. Batman es interpretado por Christian Bale (American Psycho, El Maquinista), actor quien mejor ha hecho justicia hasta el momento al hombre alado, volando por una ciudad que parece no corresponderle, a imponer justicia. Pero el Joker, alter-ego, es el ángel que viene a barrer, a limpiar. Y eso es de temer. Batman no se siente el gran salvador, y aquí uno debe recordar nuevamente Batman Begins. Ni su fortuna, los consejos del paternal mayordomo Alfred (Michael Caine) o los inventos prácticos de Lucius Fox (Morgan Freeman) lo alejan de su ensimismamiento. Atormentado desde niño, Batman se hace hombre y se cuestiona, y aquí un gran acierto en lo que supone ser un film de un superhéroe. El Caballero de la Noche está destinado a la solitud y, finalmente, a correr.

Junto a V for Vendetta, esta es la adaptación de cómic mejor lograda de los últimos tiempos en el cine; tiempos alterados por el terror, por la indiferencia fuera de toda sala cinematográfica, en las calles, con la intemperie a los cuatro costados. La denuncia de este film es harto creíble.

El éxito de Nolan, su visión de Batman, ha causado impresión en Hollywood, como también billetes. No faltarán próximos atropellados intentos que vean en esto simplemente una máquina de hacer dinero y por ello fracasarán. Pero esta realidad, vista desde otra perspectiva, puede aportarle mucho al cine y alejar ciertos clichés que han servido para acumular montañas de basura azucarada, para recurrir al hecho meramente artístico y trascendental como lo que logró Nolan junto a su equipo de trabajo.

Dirección: Christopher Nolan
Guión: Christopher y Jonathan Nolan
Cinematografía: Wally Pfister
Reparto: Christian Bale, Heath Ledger, Aaron Eckhart, Michael Caine, Maggie Gyllenhaal, Gary Oldman, Morgan Freeman, Eric Roberts.
152 minutos.
Warner
2008


Christopher Nolan (1970) – Otras obras: Memento (2000), Insomnia (2002), Batman Begins (2005), The Prestige (2006).


Trailer:





1 comentario:

Anónimo dijo...

Es bueno saber que hay directores que se meten en bailes de música tropical y ven, como Cortázar en "Las puertas del cielo", que pasa algo más allí. Nolan tomó a Batman -y sobre todo al Joker- como vehículo para decir otras cosas. Es como un virus, como Tyler Durden insertando imágenes en las cintas de película; Nolan se aprovecha de una historia (en la que hasta hace unos años sus personajes llevaban trajes con tetillas)y la convierte en una gran bomba. Las piñas están, así como los efectos para el asombro de los niños abrazados del paquete gigante de pop... pero también está el Joker quemando una montaña de dinero. Espero que Aronofsky tome los mismos rumbos con Robocop. Y hablando de duros y Aronofsky, hay que ver a Mikey Rourke en "El Luchador". Tal vez los premios la traigan a las salas montevideanas...
Saludos estimado.