miércoles, 15 de enero de 2014

El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese


El lobo de Wall Street cuenta la historia real de Jordan Belfort, agente de bolsa que durante las décadas de los años 80 y 90 hizo carrera y acumuló millones de dólares con su firma Stratton Oakmont en Wall Street, especialmente vendiendo bonos basura y estafando a clientes. Este "lobo" del capitalismo es un oportunista feroz en su expansión e indiferente ante todo lo que altere su larga fiesta.

Es una película con puntos altos y bajos. Así lo indica su ritmo narrativo, clásico aunque en su apariencia derroche cierto vértigo y descontrol. Dista de ser una obra maestra de Scorsese, ya que sin similares resultados repite recursos de sus clásicas Toro salvaje (1980), Buenos muchachos (1990) y Casino (1995). Aquí Scorsese se alimenta de sí mismo, de su pasado. En relación con la primera película de mención, vuelve a estar presente la furiosa y cíclica composición del personaje en un recorrido circular (Belfort-Jake LaMotta). En relación con la segunda, un sello personal y técnico del director: la voz en off del personaje en primera persona junto con travellings y cortes abruptos en la edición para ilustrar la historia. Tanto El lobo... como Buenos muchachos destacan la alineación, presencia y consumo indiscriminado de dólares y de cocaína en relación con el ascenso en el poder. Según la constancia en la narración a cargo de Scorsese detrás de cámara y de Terence Winter (escritor y productor de las series de televisión Los Soprano y Boardwalk Empire) en el guion basado en las memorias de Jordan Belfort, este estado de adrenalina resulta familiar, ya que mismo director lo vivió en carne propia durante los años setenta, y por otra parte fue fundamental en el ritmo laboral y en el festín hedonista de Belfort y otros tantos agentes de bolsa de Wall Street durante años de especulación financiera. Pero mientras en Buenos Muchachos Walter Hill (interpretado por Ray Liotta) tenía un guión (Nicholas Pileggi, Martin Scorsese) y un personaje eternamente más interesantes que Jordan Belfort, a ambos los une poco más que su condición de discretos oportunistas y delatores definidos para evitar duras penas del sistema. Dentro de los rasgos visuales, en el caso de El lobo... Scorsese abusa de coreografías y travellings en la oficina repleta de papeles, teléfonos, agentes de bolsa y vendedores que se comportan como primates para rodear de caos a Belfort y resaltarlo como eje; y asimismo el director fracasa en la revisión de culpa en el ascenso de su personaje al buscar emoción o empatía con un pobre discurso motivacional (caso de la escena de la evolución económica de una empleada), aunque sí logra un efecto interesante y catártico para el ciclo del personaje en la escena de la venta de una lapicera, con un cameo del Belfort real, ante un público dócil (guiño explícito a Toro salvaje).

Aún en menor acierto, en esta revisión autorreferencial Scorsese evoca a Casino desde la ampulosidad: luces, construcciones (la importancia de los escenarios de Nueva York y Las Vegas) y poder que rodean a su personaje, en ambas películas en estricta relación con el metraje (tres horas de película en ambas). El dueto de amistad DiCaprio-Hill puede recordar al de Robert De Niro y Joe Pesci, pero otro guiño desdibuja por completo la relación de Belfort con su segunda esposa, Naomi (Margot Robbie): una fuerte discusión, con la hija de ambos como víctima, intenta ser un calco a una de Sam Rothstein y Ginger McKenna (De Niro-Sharon Stone).

Tampoco estamos en presencia de "la mejor actuación de Leonardo DiCaprio", una frase que suele repetirse en los últimos años con sus nuevas películas. Lo que no quiere decir que como Jordan Belfort tenga una actuación poco meritoria un actor que ha trabajado con los mejores directores de Hollywood en las últimas décadas (Scorsese, Spielberg, Eastwood, Cameron, Tarantino). Pero en la ocasión dista de lo realizado junto a Scorsese en su rol como el magnate Howard Hughes en El aviador (2004), o de su papel como el esclavista Candie en Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012), donde destaca sus dotes introspectivos y que con Belfort simplemente no funcionan en 180 minutos de película. La dirección de Scorsese hacia su personaje requiere de vigor, ceremonia y vitalidad hasta el límite, aunque luego de la primera hora de metraje su personaje está claramente inflado y solo se destaca en escenas puntuales, en su mayoría acompañado por un elenco también con puntos altos y bajos.

Entre los puntos altos del reparto, dos actores se distinguen. Kyle Chandler (Super 8; La noche más oscura), aquí como agente del FBI; un actor que necesita solo dos escenas (un diálogo con DiCaprio en un barco y otra en un vagón del subte) y pocas palabras para elevar el guión de Terence Winter. Y el otro es Matthew McConaughey -de poca participación aunque en una escena clave en el rol de Mark Hanna, que actúa como mentor del inexperiente Belfort-, actor de considerable crecimiento en los últimos años en papeles como en Killer Joe, Mud y Dallas Buyers Club. Otro muy buen actor, pero que por su parte no logra destacarse, es Jonah Hill como Donnie Azoff, asistente personal de Belfort. Hill es un joven talento de la actual comedia estadounidense (Super Cool; Moneyball, el juego de la fortuna; Este es el fin) que aquí corre con la misma suerte de DiCaprio: les juega en contra el metraje para la evolución de sus limitados personajes. En el caso de Hill hasta parecen molestarle los grotescos dientes falsos en su boca. Aunque por otro lado ambos actores comparten una de las escenas mejor logradas por Scorsese en los últimos años, luego de consumir con abuso unas pastillas hace tiempo vencidas. Rob Reiner (director de Cuenta conmigo y de Mi querido presidente) como el gruñón Max Belfort, padre protector de las finanzas de Jordan, es otro punto a señalar en el rumbo de comedia, como asimismo un cameo del notable director Spike Jonze (El ladrón de orquídeas; Ella) en el papel de un paupérrimo vendedor de acciones.

En la música del film, Scorsese junto con Howard Shore confirman sus vigencias. Un retrato de época con una estimable banda sonora a cargo de Robbie Robertson que incluye hits como "Mrs. Robinson" (The Lemonheads), "Everlong" (Foo Fighters), "Insane In The brain" (Cypress Hill), "Gloria" (Umberto Tozzi), "Never Say Never" (Romeo Void), "Uncontrollable Urge" (Devo); sin dejar de lado a los preferidos del director: Howlin' Wolf ("Spoonful") y Bo Diddley ("Road Runner", "Pretty Thing", "I Need You Baby-Mona"). La banda sonora es tan variada como irresistible. La fotografía de Rodrigo Prieto por momentos supera el absoluto dueto Scorsese-Winter en la narración: saca ventaja junto al vestuario (a cargo de la reconocida Sandy Powell), con énfasis en los colores, y sobresale en escenas como la de un accidente marítimo, propia del cine catástrofe.

El lobo de Wall Street es una película propia de los tiempos revisionistas que corren en Estados Unidos. Un retrato histórico que evoca a la distancia personajes como Jay Gatsby en parte de su formación y a criminales contemporáneos como Bernard Madoff, pero que se sirve de un personaje central y bon vivant que, como el Gatsby de Baz Luhrmann (2013), es interpretado por Leonardo DiCaprio no en su mejor momento. El film es una revisión del "sueño americano" por parte de un especialista detrás de cámara, quien más allá de repetir viejas recetas narrativas a sus 71 años cuenta con el mérito de no juzgar directamente a su "lobo" con moralinas ni oportunismo ramplón, sino que prefiere proponer de forma directa una reflexión a los espectadores, por qué no "corderos", sobre el ascenso de un mediocre estafador. Una sátira que tiene al elemento de culpa con una trascendencia similar a la de la última bala en la recámara previo al disparo.


 


Dirección: Martin Scorsese. Guion: Terence Winter (basado en el libro homónimo de Jordan Belfort). Fotografía: Rodrigo Prieto. Montaje: Thelma Schoonmaker. Música: Howard Shore. Elenco: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Kyle Chandler, Matthew McConaughey, Rob Reiner, Jean Dujardin, Jon Bernthal. 180 minutos. 2013.

1 comentario:

obdulio zalayeta dijo...

de acuerdo, se extraña pesci y es la historia de ralph ciffareto; perpetúa el mito de la sociedad meritocrática a través de su protagonista, héroe o villano, y vuelve a ensañarse con el federal goverment. como anarco, parió un liberal.

y maconaguey retorna como cristina bale y la película es un homenaje a los años de papa de scorsese. esa droga de la contracultura que acaba fundando el farmacocapitalismo. porque la plata no habla sino que putea, como decía dylan.

o la plata toda y si guiña más está endrogado.

se mueve por ahí también el predicador de there will be blood, como tantos que reencarnan: el tipejo liotta de good fellas y la imagen de la imagen de newman en el color del dinero, como en una epistemología del ropero. cabría rever al cristo, pero ya cansa, ya sabemos que saben: es el marty de moltisanti. lo cagó la tele, pero se come todo.

es, digo, todavía otro homenaje a la falopa y a la pérdida de De niro. que aparezca otro tano pronto. como quiera que se lo vea, di caprio es wasp y una oficina no sublima la plata como continuación de la patria por otros medios-
llegó tarde and i will not die sober.

abrazo

ng