jueves, 15 de agosto de 2013

Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar



Se puede afirmar que la última comedia del director manchego es de un vuelo tan breve y fallido como el del avión de la compañía Península. El recorrido original es de Madrid a México D.F., pero tras un problema con el tren de aterrizaje, que deja al avión volando en círculos, se buscará evitar la fatalidad con un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de La Mancha, en la misma España. Mientras los pilotos buscan sortear fallas en pos del objetivo, la película no llega a ningún destino debido a un precario tratamiento de tópicos recurrentes del cine de comedia en el aire, conocido con éxito por ejemplo en ¿Y dónde está el piloto?, de Jim Abrahams y David y Jerry Zucker (1980): risas en el reducido y teatral espacio de un avión, donde las posibilidades de tragedia y paranoia acechan a kilómetros de altura. No es tarea fácil.

En su vuelo, Almodóvar retrata a una primera clase de pasajeros paganos, que no son más de cinco, mientras la clase económica duerme detrás. Si esto supone ser una metáfora del manchego sobre la actual crisis económica y social de su país, se quedó bastante corto en el mensaje más allá de su inequívoca superficialidad.

La soledad del actor Javier Cámara en su rol "gay friendly" como auxiliar de vuelo se traduce en un heroísmo solitario a medida que avanza el film, mientras el papel de Cecilia Roth como empresaria de escorts es de una pobreza extrema que encuentra su punto más ridículo en el uso de otro recurso cliché de situaciones límites a bordo de un avión: sexo y reviente ante la amenaza del fin. Aquí Almodóvar cae en un facilismo narrativo propio de películas permeables y para el olvido del estilo de la saga Scary Movie. Como anexo a estas situaciones recurrentes de lo peor de la comedia estadounidense de los últimos años, otro recurso: una escena aislada, al comienzo de la película, con poca gracia con dos de sus actores predilectos: Antonio Banderas y Penélope Cruz. Poco y nada se puede agregar sobre la referencia al escritor chileno Roberto Bolaño: un tripulante, un romántico asesino mexicano, lee la novela 2666. Parece que en 2013, a diez años de la muerte del trasandino, están de moda estos guiños aislados en el cine. (En Nada es lo que parece, uno de los magos lee en un sillón la novela Los detectives salvajes).

El timing en chistes y gags del guión de Almodóvar, clave para el funcionamiento de la comedia junto con el elemento de improvisación, no está a la altura: se acumula el estereotipado humor gay y de sexo, drogas y pop en cabina, baños y pasillos. Por otra parte pueden resultar atractivos el número musical de los tres "azafatos" gays, con Cámara junto a Raúl Arévalo y Carlos Areces en una coreografía grotesca aunque bien lograda bajo la melodía de "I'm So Excited", de The Pointed Sisters; y otra metáfora del cineasta, en el personaje de Lola Dueñas como una joven vidente virgen que alerta a los paganos.

El regreso a la comedia de Almodóvar no resultó. Un lapsus del director de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) que acusa la distancia con los años ochenta. En Los amantes pasajeros hay un vuelo hacia la nostalgia que resulta circular y sin rumbo, hay desfachatez e inverosimilitud por doquier (un teléfono celular que cae donde debe) que desborda cierto estado de felicidad y de reviente ("I'm So Excited"). Pero más allá del aura kitsch y decadente que atenaza a la película, que la emparenta con la libertina y militante Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), al ver caer los créditos finales ciertas risas pueden resultar solo pasajeras y quizá hasta caprichosas.






Dirección y guión: Pedro Almodóvar. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Alberto Iglesias. Elenco: Javier Cámara, Cecilia Roth, Carlos Areces, Raúl Arévalo, José Luis Torrijo, Guillermo Toledo, Lola Dueñas, Paz Vega, Penélope Cruz, Antonio Banderas. 90 minutos. 2013.




Nota publicada en ACCU (20/8/2013)

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