
El
mayor pecado que comete Sacha Gervasi en su biopic sobre el director
inglés Alfred Hitchcock, ubicada durante la pre-producción y el
rodaje de su película más taquillera, Psicosis
(1960),
es simple: se queda con las anécdotas más comunes, acumula clichés,
y no logra un examen o aproximación siquiera al hombre más allá de
una inocente periferia. Para peor, en el intento de hacer humano a su
fantasma, presenta a su vez a otro: el del célebre asesino serial de
Wisconsin, Ed Gein, quien por sus macabros asesinatos fuera caso de
inspiración para el regreso del director a filmar en blanco y negro,
luego de la exitosa y en color Intriga
internacional
(1959).
Quizá
Gervasi no creyó necesario para su investigación, o al menos para
un certero acercamiento más allá del mito, recurrir a algunos
libros imprescindibles sobre la figura del británico: El
cine según Hitchcock
(recopilación de
entrevistas
y diálogos del director con François
Truffaut, de 1966)
y
El cine de Hitchcock,
del crítico Robin Wood (1965). Por solo nombrar dos
libros
esenciales para una digna aproximación al artista y al hombre.
Prefirió limitarse con un pobre guión de John McLaughlin basado en
el libro Alfred
Hitchcock and the making of Psycho,
de Stephen Rebello. Pero Gervasi tiene un solo fin: decorar el mito.
Allí se cree seguro.
Dentro
de las torpezas que espero olvidar pronto, padecí el tratamiento que
Gervasi dio a “Hitch” en su condición de voyeur:
cuando en un par de ocasiones husmea desde la ventana de su oficina,
Gervasi repite un guiño chicanero con su cámara a la película La
ventana indiscreta
(1954); y los paseos del director por los estudios de la Paramount,
desviando su atención hacia cualquier rubia que se le cruza.
Asimismo, es para el olvido la pésima actuación de Scarlett
Johansson (en el rol de Janet Leigh) en la recreación de la célebre
escena del escape en auto de Marion Crane.
Hay
más errores groseros: con su cámara, y especialmente con el guión
de McLaughlin, Gervasi se confunde al dirigir a un gran actor como
Anthony Hopkins, quien parece estar forzado a representar a un ícono
por todos los atajos que se le plantean. Además, el maquillaje sobre
su rostro, por parte de Howard Berger, es atroz.

Pero
la pesadilla continúa. Otra capa de la cebolla: el rodaje de
Psicosis.
Aquí una ironía, dentro del aura de “Hitchcock para
principiantes” que plantea Gervasi al espectador: la escena en la
que se describe, con pobre economía, el montaje final en el que fue
clave su esposa, Alma Reville, sumado a una burda y fugaz caricatura
del compositor Bernard Herrmann. Uno de los montajes más notables de
una película de suspenso y terror se enfrenta con el de una película
para el olvido, que confunde comedia y drama, y dentro del error
general se atreve a agregar chispazos de suspenso. Gervasi intenta
manejar un argumento y un esbozo de la figura de Hitchcock bajo el
reto de exponer una película dentro de otra, sin obtener finalmente
ninguna.
Hitchcock
es lo más cercano a un museo de cera berreta en el que lo único
para destacar es, por momentos, la actuación de Helen Mirren como
Alma Reville, compañera de vida del director, junto con puntuales
conflictos de un autor por un lado consagrado por Hollywood, y por
otro no reconocido como artista por esta industria durante aquellos
años, que hasta se dio el extraño lujo de rodearlo con sus chacales
de turno, siempre ávidos de oportunismo.
El resto que descanse en paz.
Dirección: Sacha Gervasi. Guión: John McLaughlin. Fotografía: Jeff Cronenweth. Música. Danny Elfman. Elenco: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Toni Colette, Jessica Biel. 98 minutos. 2012.

Dirección: Sacha Gervasi. Guión: John McLaughlin. Fotografía: Jeff Cronenweth. Música. Danny Elfman. Elenco: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Toni Colette, Jessica Biel. 98 minutos. 2012.

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