sábado, 22 de octubre de 2011

El Rey León (1994-2011)



Visceral, épica, la menos infantil de las historias animadas de Disney de los últimos treinta años regresa en formato 3D tras diecisiete años de su estreno. Más allá del paso del tiempo y los nuevos artificios tecnológicos, la obra aún mantiene su esencia, su “ciclo de la vida”, entre la reflexión impresionista y su grito ¡Hakuna Matata!

Millones de espectadores tienen su película Disney favorita; aunque más allá que a algunos se les complique elegir, siempre existe una que se destaca del resto. Yo tenía trece años cuando vi por primera vez en el cine El Rey León (1994) y jamás la olvidé, ya sea por la identificación como espectador, por experiencia de vida —mi propio padre había fallecido meses atrás—, por su arte cinematográfico y musical, y finalmente por su argumento, o al menos lo primario de éste y sus posteriores bifurcaciones, su tragedia central y ulterior proceso: la muerte del Rey Mufasa, el exilio, el aprendizaje, el retorno y la asunción del heredero Simba al trono.

El film comprende los pormenores en el desarrollo de una dinastía y una verdad que no escatima en sensibilidad en la escena de la muerte del Rey, del padre, que asimismo aplica la “teoría del iceberg” que hizo célebre, en relación a la trama narrativa, el escritor estadounidense Ernest Hemingway. En teoría, el texto, el discurso, se compara con un iceberg, del que asoma a la superficie algo así como un tercio de su organismo, mientras los otros dos tercios quedan debajo del agua para que el lector-espectador los desarrolle en otro plano. Es un ejemplo de sugerencia: lo poco que se ve y se lee es potenciado por lo que lo sostiene y no se aprecia a simple vista, pero que conforma y sostiene el todo, la unidad. En práctica, Scar (Jeremy Irons), hermano de Mufasa (James Earl Jones), malo como Caín, lo asesina tras la ejecución de un complot junto a las tres hienas idiotas Shenzi (Whoopi Goldberg), Banzai (Cheech Marin) y el risueño Ed, y comienza la agonía, con Simba (Matthew Broderick) acercándose a su padre muerto tras caer desde un barranco por (in)acción de Scar y luego de ser atropellado por una estampida de ñus iniciada por las hienas, y en su inútil intento de que sobreviva, el cachorro lucha para quedar debajo de la pata de su progenitor, acurrucado, entre sollozos. El final de la escena, todo un golpe bajo y quiebre en la trama, puede ser devastador quizá hasta más para grandes que para niños.



Griegos, Shakespeare y chamanismo: la muerte como punto de partida

Luego de la muerte del Rey, el tío Scar toma las riendas del poder en un argumento que invoca a las tragedias de Esquilo como a las de Shakespeare, a Ricardo III como a Hamlet, y al célebre recurso de los soliloquios de los actores —por ejemplo, la explícita referencia en la escena donde Scar sostiene un cráneo en su mano, como lo hace Hamlet en la escena del cementerio—. Sin dejar de lado a los griegos, añadimos a Platón y a Homero a la lista, a la Apología de Sócrates del primero y a La Odisea del segundo: en el primer caso, cuando Scar, nuevo líder, primero culpa a su sobrino de la muerte de Mufasa y luego lo expulsa del reino, aunque con las evidentes diferencias: no es lo mismo la innegociable acción de respuesta por parte del filósofo ante el castigo que esgrime el poder de turno que el embauque al felino inocente más allá de su destino final; y aquí la semejanza con el periplo y regreso a casa de Ulises ante los pretendientes de Penélope, ante Scar en su reino. La presencia del mandril Rafiki actúa como símbolo de sabiduría, la voz de la reflexión del aprendiz Simba. Sus referencias visuales y ancestrales, su barba blanca, su bastón, su rostro pintado, su mirada y el tono de su voz (Robert Guillaume), rescatan la importancia de la oralidad y la vejez, famas en la cultura helénica como en el chamanismo en Oriente o la magia negra en África.

Hakuna Matata, la vida sin problemas

Una vez consumada la escena de la muerte de Mufasa, la trama realiza un nuevo quiebre, el que nos recuerda que este es un film inicialmente para niños, un film Disney. Entonces se deja atrás la tragedia para pasar a la comedia, a la luz, y aparecen dos nuevos amigos de Simba en su exilio: el suricato Timón (Ernie Sabella) y el jabalí Pumba (Nathan Lane), los que lo adoptarán y educarán para que se tome la vida con la máxima “Hakuna Matata”, en lenguaje Swahili, una vida sin problemas, sin preocupaciones. Simba crece y vive en un paraíso terrenal, donde su nueva educación incluye hasta alimentarse de larvas e insectos.



Pero aquí también los paraísos son artificiales. Como cantó Patricio Rey Y Sus Redonditos de Ricota en Luzbelito y las sirenas (Luzbelito, 1996): “La vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo”. No es que Simba sea un león ricotero al pie de la letra, pero deberá enfrentar su destino —a través de las voces conscientes de Rafiki y la de su amigovia Nala tras un accidental encuentro— y regresar, como Ulises y el Príncipe de Dinamarca, a casa a poner orden.

Por supuesto, el 3D es un detalle que no atenta contra la trama ni ante los conceptos de animación Disney realizados en 1994. Lo mejor que propone este artificio tecnológico es en la escena de la estampida de los ñus, en los bucólicos paisajes de la sabana africana y en las miradas de las hienas en el oscuro reino de Scar. No mucho más que uno recuerde. Por otro lado continúan ahí, inmunes al paso del tiempo, la dirección de Rob Minkoff, el guión de Irene Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton, el peso de las voces de los actores y el trabajo musical a cargo de Elton John, Hans Zimmer y Tim Rice.

Han pasado diecisiete años y nada ha cambiado. El Rey León fue, es y será un film de aprendizaje. Este es su reino salvaje: por su estructura narrativa, su calidad cinematográfica y musical, su compromiso y por su destino final, que siempre resistirá el paso del tiempo nutriendo su propio ciclo de vida sin fin.




Trailer:






1 comentario:

Fernando dijo...

Impresionante, la revisión mejor escrita y más certera que leí nunca sobre el rey león. Es un verdadero gusto -cada vez más escaso- encontrar artículos y escritos con la calidad de éste.