lunes, 23 de febrero de 2009

"El curioso caso de Benjamin Button", de David Fincher (2008)





Eric Roth es el guionista del séptimo film de David Fincher. Asimismo, lo recordamos por haber escrito el inolvidable y multipremiado film Forrest Gump (1995), dirigido por Robert Zemeckis. En este caso, el director optó estar bien acompañado en una historia de características similares: una larga vida del protagonista apelando a flashbacks para narrar sus vivencias, y en un segundo plano, la de los Estados Unidos de Norteamérica. En el caso de El curioso caso de Benjamin Button, basado en un breve relato del gran escritor que relató como nadie la "jazz age", F. Scott Fitzgerald, hay una diferencia clave: Benjamin nace en 1918 con la particularidad de contar con un cuerpo y salud de anciano. A medida que crece y pasan los años, rejuvenece su cuerpo, mientras su alma envejece.

Fincher se soltó al filmar la obra del escritor. El film comienza en las postrimerías al gran desastre que dejó el huracán "Katrina" sobre New Orleans, en 2005. Una anciana postrada en la cama de un hospital (Cate Blanchett) se halla junto a su hija (Julia Ormond), la cual alienta a que le lea un diario, que en sus páginas resulta ser la historia de Benjamin Button.


Desde el nacimiento tras la pérdida de su madre al parir, y el inmediato abandono de su padre en una casa de salud, vemos al atípico protagonista criarse bajo la tutela de Queenie (correctamente representada por Taraji Henson), huesped de la casa, quien deviene su madre adoptiva. Benjamin (Brad Pitt) sufre problemas de artritis, cataratas y malformidad propia del cuerpo de un anciano. En el hogar lo ven como un milagro pero de inminente final. Pero para sorpresa, el niño crece y logra caminar, deja el bastón, y pierde arrugas mientras su alma envejece como cualquier otra. En la casa conoce a Daisy, la nieta de una paciente (Cate Blanchett), y logran formar una amistad. Al cumplir la mayoría de edad, Benjamin sale a explorar el mundo, luego de conocer a un carismático marinero (Jared Harris) con alma de artista que inicia al joven en bares, burdeles, y el mar.

El tiempo pasa. La guerra sorprendiendo al protagonista en el océano, una llamativa estadía en Rusia, el arrepentimiento y derrota de su padre, Thomas Button (Jason Flemyng), y luego la amistad entre Benjamin y Daisy se convierte en una historia de amor, con desencuentros y encuentros con la obviedad que mientras uno envejece, el otro lo hace físicamente al revés. Cinematográficamente, la pareja resulta, pero en términos de actuación, Pitt parece envejecer mientras Blanchett, en cambio, rejuvenece a cada minuto. Esto es un acierto de la idea artística: la pasividad de la actuación del protagonista se debe a la idea primaria del héroe del relato de Fitzgerald.




El tiempo, la ciudad de New Orleans, el amor, la vida y la muerte son los protagonistas de la historia. Hacia el final aflora un elemento a tener en cuenta: la comunicación. Y lo vemos por el diálogo y la historia entre madre e hija en un hospital que separa al espectador del inminente horror que llega a la ciudad. Por momentos, el hilo narrativo puede resultar lento frente a las agujas de nuestro reloj. Pero no deben temerse mayores riesgos. Fincher apela a otros elementos que debía como director, quizá un film más hacia las masas. Es parte de su desarrollo. Buscó una historia de tinte épico, bajo fórmula del drama al estilo Hollywood. Asimismo, el oscuro director filma de día. No teme a explayarse a medida que pasan los minutos, y probablemente el propósito del concepto de una vida tan rica como la de Button requiera dicho experimento cinematográfico como narrativo. Su cámara goza de su rúbrica. Inconfundible. La cinematografía de Claudio Miranda, formado en films anteriores de Fincher, se destaca. Pero lo que deslumbra, y con creces, es el maquillaje y los efectos visuales, a cargo de Eric Barba y su equipo.


M. Dávalos.-



David Fincher (1962). Otras obras: Alien 3 (1992), Seven (1995), The Game (1997), Fight Club (1999), The Panic room (2002), Zodiac (2007)


El relato de F. Scott Fitzgerald
(publicado en 1922).



Trailer:


martes, 17 de febrero de 2009

Blur, "The Universal" (1995).






Tiene momentos de genialidad. No sólo porque lo dirige Jonathan Glazer, no sólo por salir bien parados al parodiar un film como A Clockwork Orange(mérito no menor), sino quizá por la eterna soledad que sugiere la rubia vestida de cuero, por el color rojo, por la cara del mimo, por lo que nos faltará saber del abrupto fin de las carcajadas de los dos del final (3:32), porque el objetivo final parece acercarse a lo que busca, porque se pierde en placer al entrar al finale.

Ojo que en vivo no la tocan tan mal. A continuación, presentándola en vivo en los "MTV European Music Awards" de 1995.






“Viva la Vida or Death and all his Friends”, de Coldplay. (Capitol, 2008).





Se escuchó de todo: que el álbum mainstream más esperado del año jugaría un papel preponderante en el futuro de la industria discográfica mundial (luego de la jugada actitud marketinera de Radiohead con su reciente disco In Rainbows), que Viva la Vida era el “Sargeant Pepper” no sólo de Coldplay, sino del nuevo siglo en términos melódicos, esto alimentado indirectamente por rumores con los mismos músicos como protagonistas acerca de “experimentar con nuevos instrumentos de viejas y remotas culturas”, y en parte a la imagen de vestuario ofrecida en el video de su nuevo single “Violet Hill” (la cual se asemeja mucho más a soldados del ejército francés de comienzos del siglo XIX). En fin, nada de esto es totalmente cierto y se sabe que sólo con eso no basta para semejante empresa. El cuarto álbum de la banda inglesa no es más de lo mismo, pero tampoco es de lo que se venía hablando. Lo que sí se sigue escuchando es que esta es una banda que genera o simpatía o total desdén, casi sin punto medio.

Brian Eno (ex Roxy Music, genio musical y productor de discos de bandas como Talking Heads, U2) es el elegido para manejar el timón en este disco, a la manera de Phil Spector. Pero no está solo, sino junto a otro productor, Markus Dravs, quien ha trabajado con bandas como Arcade Fire y hasta con la misma Björk. Una primera impresión de la reunión Eno-Coldplay puede sacar ciertas conclusiones a priori: Coldplay sigue en busca de su Joshua Tree o (más pretencioso) de su Unforgettable Fire. “Cemeteries of London” es un alevoso ejemplo de la influencia de guitarras y voz de la banda irlandesa. Las comparaciones son odiosas, pero cabe destacar que Coldplay siempre hizo un guiño sobre su dirección musical hacia el destino de los U2 que culmina en 1991 con su Achtung Baby! (donde el productor preferido de los irlandeses era Eno), y quizá por ello cierta crítica les tire a su blindaje por ese lado.

Musicalmente, Viva la Vida es su álbum más completo. Desde la influencia de cuerdas hindús en temas como la instrumental intro “Life in Technicolor”, o el sexto track “Yes”, hasta cierto crecimiento en estructuras creativas de temas que pronto devendrán obligados himnos de estadios como “Violet Hill” y “Viva la Vida”. “Death and all his friends” es el tema en el cual quizá se note lo que se denomina “la receta Coldplay”, apelando a esos trucos repetitivos de formato pop extra-large, con el esqueleto de los coros como premisa visceral, por los cuales la banda ha dado tanto que hablar en sus discos anteriores. Asimismo, hay quiebres en temas que generan atmósferas, como la de “Lovers in Japan/ Reign of Love”, o la misma “Yes”, que afortunadamente aportan. La guitarra finalmente ha tomado su lugar: Jon Buckland parece por momentos hasta correr a Martin en sus intromisiones en el piano. El batería Will Champion experimenta con ritmos tribales en “Lost!”, marcando el ritmo de lo que será un próximo hit. El bajista Guy Berryman, que ha sido clave en composiciones como “Clocks” del afamado A Rush of Blood to the Head (2002), o "Don't Panic", del Parachutes (2000), sigue estando presente, quizá hasta bajando un poco el perfil.

Pero donde el álbum convence musicalmente, fracasa en su mensaje político. Allí se pasa del romanticismo de la fachada, del arte visual del disco, para frustrar la idea en las letras de tinte “unificador”. Porque esto intenta desde la tapa misma de “La Libertad guiando al Pueblo”, de Eugène Delacroix, en ese afán de globalizar sentimientos más allá de la música, con el mensaje entrelíneas por momentos y gracias a letras del frontman Chris Martin, que en busca de amplitud queda en ecos molestos. A lo largo del disco, parece erigir una Torre de Babel en dirección a un “All you need is love”. No se logró. Dicen por ahí: el que mucho abarca, poco aprieta.

Coldplay es una banda que al arriesgar sabe cuál es su terreno y, a medida que se desarrolla el álbum, se nota que no hay ningún interés en perderlo. Viva la Vida no es un Family Man. Esto no quiere decir que no valga la pena la aventura.


M. Dávalos.-


Coldplay: Chris Martin (vocales, piano, guitarra), Jon Buckland (guitarra), Guy Berryman (bajo), Will Champion (batería, percusión).

Álbums: Parachutes (2000), A Rush of Blood to the Head (2002), Live 2003, X&Y (2005).


Video: "Life in technicolor II"



martes, 3 de febrero de 2009

“Dicco Tutto”, de Antonio Cassano & Pierluigi Pardo (2009).



"Miren que fue esta quien escribió este libro, muchachos (?)"

"Si yo hago un libro, lo digo todo". Dicha frase no se le atribuye ni a Víctor Hugo ni a Charles Dickens. La dijo Antonio il talentino Cassano. Al menos es sincero de pique, ya que aclara que hace el libro, no lo escribe. El encargado en semejante periplo es el periodista de "Sky Sport Italia", Pierluigi Pardo.

Dicco tutto es el nombre de dicha joya literaria (?) que en estos días verá la luz, al menos en las bibocas italianas. Eminente bestseller únicamente en un país con forma de bota, donde los jugadores exhiben sus biografías, humos y misceláneas antes de los cuarenta años (véase el libro de chistes de Francesco Totti, o la explosiva bio de Gennaro Gatusso). La biografía de Antonio cuenta con jugosísimas frases dignas de admiración por parte de catedráticos o colegas, como cuando il bambino se refiere a Fabio Capello, su ex entrenador en tiempos de reviente romano y encargado de llevar al delantero al Real Madrid: "Es más falso que dinero del Monopoly". Por esta frase nomás, varias copias se venden solas.

De infancia recia en los callejones de su Bari natal, señala: "En mi barrio era habitual escuchar disparos y sirenas de ambulancias. He sido durante diecisiete años un desgraciado, y en nueve, millonario. Me quedan ocho para estar empatado. Varios de mis amigos de la infancia han desaparecido".


Con Robbie Baggio: una tregua para el niño en años de vandalismo puro


Varios recordarán su estrambótica salida de la Roma, donde en sus últimos meses su comportamiento tanganero como sexópata era mucho más detonante que su papel dentro del tridente de ataque junto a los temibles Francesco Totti y Vincenzo Montella. Su lengua siempre fue su espada de lucha, su escudo, sus pies. La frutilla del postre de su expulsión a Madrid, mediada por Capello, es la famosa fiesta (a lo Foro Romano, por el reviente) que organizó uno de los referentes de la Loba, Cristiano Panucci, quien no sólo en aquel momento se comía a una ex de Antonio, sino que era parte clave del bando de resistencia a las locuras del pibe de Bari. Panucci: botón y pico.

Sus jocosas anécdotas sexuales aportan y quizás se pasen de humo: "He tenido cuatro novias en once años. Son pocas, pero he estado con seiscientas o setecientas mujeres, unas veinte al menos del mundo del espectáculo". (...) "He jugado después de hacer el amor. Un día me dieron las seis de la mañana con una amiga y ganamos 4-0 a la Juve".


Tu jermu me ayudó en el prólogo. Botón (?)

En Madrid no rindió lo esperado, lo que lo condujo a Génova, a la Sampdoria, club donde actualmente milita (literalmente), quien compró su pase y donde parece que el delantero encontró la paz, escoltado por su nueva novia, Carolina Marcialis, de más de un metro ochenta de estatura, jugadora de waterpolo y de tan sólo dieciocho añitos.

Pero en la Casa Blanca dejó tela para cortar y en esta autobiografía se explaya: "En Madrid era aun más fácil porque estábamos en el hotel, todo en la misma planta; así en la (planta) de encima o la de debajo podías invitar a quien quisieras y reunirte con ella en el corazón de la noche (tiembla Joseph Conrad (?)). En el hotel tenía un amigo camarero. Su misión era llevarme tres o cuatro croissants tras haber hecho el amor. Me los llevaba a la escalera, yo acompañaba a la chica y hacíamos el cambio: el se la llevaba y yo me comía los croissants. Sexo y comida, la noche perfecta", sentencia.

Antonio Cassano. Sin lugar a dudas, un romántico. Aquí una prueba, un video "temperamental como tribunero".




Por Centrojá