
Estrenada el 26 de diciembre de 1973 en Estados Unidos, El exorcista es la película de terror más extravagante jamás realizada y una de las mejores filmadas en la historia del cine. El trabajo de cámara en interiores del director William Friedkin (Contacto en Francia, 1971; Vivir y morir en Los Ángeles, 1985; Killer Joe, 2011) y su recurso del claroscuro son consagratorios al desafiar a un género que como característica apela a causar una primera impresión. El susto es aquí lo que la risa para la comedia. A modo de ejemplo: uno mira de niño las primeras películas de Pesadilla, con Freddy Krueger, y puede sentir el efecto; las vuelve a ver a los treinta años y cuesta no reírse. Ni que hablar con la saga de Martes 13, con ese Jason de paso cansino que siempre atrapará a sus víctimas sin importar cuán rápido corran. Maniqueísmos que son parte de la identidad de un género con un lenguaje y una intertextualidad propios que ha mutado desde los años veinte del siglo XX (El gabinete del doctor Caligari, Robert Wiene, 1920; Nosferatu, F.W. Murnau, 1922) hasta la actualidad.
En
El
exorcista
se establece un fenómeno singular, como también ocurre con La
noche del cazador
(Charles Laughton, 1955): con el paso de los años, visiones y
revisiones, ambos films nada pierden, sino ganan. Imágenes, planos y
secuencias adquieren una cualidad simbólica: el rostro convertido de
Linda Blair, la rotación de su cabeza, su masturbación con un
crucifijo o su levitar; los nudillos tatuados del sacerdote
interpretado por Robert Mitchum o la escena
del canto
sobre la dualidad del Bien y el Mal, filmada con maestría por
Laughton. Ambas películas comparten un factor clave que trasciende
al género: el elemento de perversión
sobre el cristianismo mediante un proceso de redención con un guión
de lecturas múltiples que abarcan terror, drama y hasta comedia. La
simbología del Mal se expone más allá de una fachada,
ya sea tomando el cuerpo de una niña o bajo una sotana.
La
sexta película de Friedkin contó con una característica que suele
acompañar a los films de terror: la fortuna. En la taquilla recaudó
más de 440 millones de dólares (mientras costó 11 millones) y supo
aprovechar, como el caso de Psicosis
(Alfred Hitchcock, 1960), los factores de histeria y morbo provocados
en el público en años en los que no existían los videoclubes y
mucho menos Internet. En las exhibiciones de ambas películas eran
comunes los gritos
y las corridas en las salas de cine.
La publicidad jugó su partido en favor de Friedkin: desde los que
definían al film como satánico y hereje hasta las ambulancias
estacionadas en las puertas de los cines.

Su
estreno en la década de los años setenta se sumó a películas que
legitimaron un renacimiento de la industria de Hollywood a nivel
mundial: El
padrino
(Francis Ford Coppola, 1972), Tiburón
(Steven Spielberg, 1975) y la saga de Star
Wars,
iniciada por George Lucas en 1977. En El
exorcista,
el
Mal invade la estructura familiar a través de los hijos predilectos
de Dios según el cristianismo: los niños. Esto asimismo ocurre con
la transformación de Anakin Skywalker, con la muerte de un niño en
el segundo ataque del tiburón de Spielberg, y es el efecto que
persigue un film de influencia sobre el de Friedkin, estrenado cinco
años antes: El
bebé de Rosemary (Roman
Polanski, 1968).
Basada en un caso de exorcismo realizado en 1949, El exorcista es una novela publicada en 1971 por William Peter Blatty, quien asimismo se encargó de la producción y del guión en la adaptación cinematográfica de Friedkin y fue clave para alejar a Marlon Brando de liderar el elenco. En la etapa de preproducción, Friedkin no fue la primera opción. Warner Bros lamentó la negativa de Stanley Kubrick para dirigir la película al no poder producirla, además de molesto por las polémicas internas que mantenía con la empresa alrededor de su Naranja Mecánica de 1971. Por otra parte, el director trabajaba día y noche en un ambicioso proyecto sobre Napoleón Bonaparte. (En 1975 estrenaría Barry Lyndon con Warner).
Basada en un caso de exorcismo realizado en 1949, El exorcista es una novela publicada en 1971 por William Peter Blatty, quien asimismo se encargó de la producción y del guión en la adaptación cinematográfica de Friedkin y fue clave para alejar a Marlon Brando de liderar el elenco. En la etapa de preproducción, Friedkin no fue la primera opción. Warner Bros lamentó la negativa de Stanley Kubrick para dirigir la película al no poder producirla, además de molesto por las polémicas internas que mantenía con la empresa alrededor de su Naranja Mecánica de 1971. Por otra parte, el director trabajaba día y noche en un ambicioso proyecto sobre Napoleón Bonaparte. (En 1975 estrenaría Barry Lyndon con Warner).
El
exorcista
cuenta
varias historias que rodean a un mismo proceso: la Fe. Una de éstas
es sobre el martirio y vindica una analogía entre el de la niña
Regan MacNeil al estar poseída y el de Jesucristo en su crucifixión
según la Biblia. La niña en su cama y Cristo en la cruz. Regan
insulta y lanza explícitas maldiciones a sus exorcistas, mientras
hay quienes han afirmado que Jesucristo lo hizo ante sus
torturadores.

Otra
historia comienza antes, en las ruinas de Hatra (Iraq). Se presenta
al arqueólogo Merrin (Max von Sydow) tras una apertura que incluye
un plano general y un travelling con decenas de excavadores en su
tarea. Luego, en un plano admirable se proyecta bajo el sol un primer
conflicto: el encuentro de Merrin con una estatua del demonio Pazuzu.
Luego vendrá la ciudad de Washington y el paso a la gélida y
profunda noche, a la que se le suma la determinante llegada de un
personaje clave: el párroco Damien Karras (Jason Miller) con su
conflicto personal, en crisis de fe por su madre enferma. El
espectador atenderá la presentación de Regan, quien tras jugar con
la Ouija atraerá al Mal. Su madre, la actriz Chris
MacNeil (Ellen Burstyn), recurrirá a varios especialistas
científicos y racionales para tratar a su hija hasta llegar a un
único camino posible: la teología. Friedkin con su cámara y Blatty
desde el guión no tienen apuro en construir con éxito un clima, al
presentar conflictos que se entrelazan con el regreso al film de
Merrin, quien además de ser arqueólogo es un sacerdote con
experiencia en exorcismos. Desde
el clásico e icónico plano de Merrin en la puerta de la casa de la
niña ante la luz que surge detrás de la ventana de la habitación
—influenciado
por “El imperio de las luces”, de René Magritte—,
que lo vincula con el previo encuentro con Pazuzu, se cierra un
círculo y termina un acto. No queda más que progresión dramática
y terrorífica.
El
mayor acierto de El
exorcista
es que cumple con la premisa de generar un genuino sentimiento de
terror en el espectador sin jamás dejar de lado el entretenimiento.
Friedkin siempre supo que su mayor mérito era el de exponer una
presencia, el Mal, y hacerlo el principal protagonista. Para su
creación halló buenos aliados: la historia, el guión y los
consejos de Blatty, un elenco a la altura (Linda Blair, Max von
Sydow, Ellen Burstyn, Jason Miller, Lee J. Cobb) y talento en los
trabajos de fotografía (Owen Roizman), maquillaje (Dick Smith),
efectos especiales (Marcel Vercoutere) y la música de Jack Nitzsche
y Mike Oldfield.
En
los últimos años, el cine de terror ha sufrido más vilipendio que
parodia; años en los que una saga como Saw
(2003-2010) ha tenido cierto éxito —y
mucho peor, provocado la aparición de otras nefastas, caso de Hostel
(2005-2011)—,
se han realizado remakes innecesarias y una película discreta como
La
cabaña del terror
(Drew Goddard, 2012) ha sido proclamada como una gran heredera del género. Hay que
ver y volver a ver El
exorcista por
su condición ceremonial, por su celosa composición de atmósfera y
por su auténtico carácter refundacional del género:
logros
que comparte con películas categóricas como El
bebé de Rosemary,
La
noche de los muertos vivientes,
El
resplandor,
La
cosa,
Mulholland
Drive
y Exterminio.
Dirección: William Friedkin. Guión y producción: William Peter Blatty. Fotografía: Owen Roizman. Efectos especiales: Marcel Vercoutere. Maquillaje: Dick Smith. Música: Jack Nitzsche y Mike Oldfield. Elenco: Linda Blair, Max von Sydow, Jason Miller, Ellen Burstyn, Lee J. Cobb. 132 minutos (edición del director). 1973.
Dirección: William Friedkin. Guión y producción: William Peter Blatty. Fotografía: Owen Roizman. Efectos especiales: Marcel Vercoutere. Maquillaje: Dick Smith. Música: Jack Nitzsche y Mike Oldfield. Elenco: Linda Blair, Max von Sydow, Jason Miller, Ellen Burstyn, Lee J. Cobb. 132 minutos (edición del director). 1973.

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