Max Brod y Franz Kafka al sol
En la obra literaria de Kafka la relación causa-efecto es temible, en donde cada parte parece estar destinada a defender su postura antes que nada. Así se crea el universo de la incomunicación, una realidad persistente donde habitan y se desarrollan los personajes-individuos.
El inicio de la trama es inolvidable: Josef K. despierta en la habitación de la pensión donde reside, llama a la mucama para que le suba el desayuno, y en lugar de ésta vienen dos individuos de traje negro, de temple lúgubre, quienes le informan que ha sido arrestado. Aquí nace el conflicto: K. deberá vivir un proceso frente a una causa, delito o crimen que nunca le es definido. Una situación que en un principio no le impide seguir con sus quehaceres diarios (como desempeñar su alto cargo en un banco de la ciudad, ir a la taberna o visitar a su amiga Elsa) mientras cumpla con unos simples protocolos de rigor, como presentarse en ciertas oficinas una vez por semana. Es una justicia que le acoge cuando K. va, y lo deja ir cuando éste se marcha.
Pero lentamente la trama comienza su bifurcación y vemos la inmovilidad de K., presa de un sistema jurídico corruptible desde su base e imperturbable en su alta jerarquía, con inacabables grupos de funcionarios establecidos en una imperturbable burocracia de ciclópea estructura.
Esta burocracia es paciente sólo frente a sus propias reglas y hace lo que quiere con los hombres. En este círculo vemos al acusado en una actitud combativa frente a su situación, ejemplificada en el capítulo donde utiliza su capacidad de orador en una primera sesión sobre su proceso frente a una galería atestada por unos funcionarios temibles y consecutivos: como señaló el propio Kafka, “el proceso se mueve dentro del círculo al que artificialmente se ha limitado”.
El misterio y la paranoia crecen con el pasar de las páginas con personajes que se suceden: la señorita Bürstner, el tío de K., el abogado, el pintor, Leni, Block, y un sacerdote que le relata al acusado un pequeño relato acerca de “la ley”, que es tan famoso como el propio libro. Resumido, dice así:
“Un campesino se presenta ante la ley pero debe atravesar una puerta, abierta de par en par, vigilada por un guardia con aspecto de bárbaro pero paciente en sus palabras. El campesino, al creer que la ley es igual para todos desea entrar, mira hacia dentro, pero el guardia le dice que puede entrar pero no se lo recomienda. Una vez que pase esa puerta habrá otras con otros guardias de mayor poder que él y más temibles. El campesino teme y espera por años que se le dé el permiso para entrar. Su conducta en un principio es de gritar y protestar, pero luego y a medida que envejece sólo se limita a gruñir entre dientes. Entre inútiles súplicas, interrogatorios y sobornos se da una relación entre guardia y campesino, y así pasa la vida de éste último. Finalmente el campesino pregunta al guardia, sintiendo el peso de los años, el arribo de su muerte: Si todos aspiran a entrar a la ley, ¿cómo se explica que en tantos años, nadie, fuera de mí, haya pretendido hacerlo? El guardia, al ver al anciano campesino próximo a su fin, sentencia: Nadie sino tú podía entrar aquí, esta entrada estaba destinada sólo para ti. Ahora me marcho y la cierro”.
El proceso es un libro que como el grueso de la obra de Franz Kafka nunca hubiese visto la luz a no ser por la voluntad de su amigo Max Brod, quien decidió publicar los escritos más allá de la voluntad de Franz de destruir todo. “Inacabada”, fue cómo el propio autor calificó esta obra, pero según su amigo, la trama bien puede continuar hasta el mismo infinito. A Brod se le debe poco menos mérito que al propio escritor en el rescate, cuidado y en dar a conocer una obra literaria atemporal. Lo que podría referir la pregunta de qué sería de Franz Kafka sin Max Brod, o de otros como Karl Marx sin la amistad de Friedrich Engels.
Asimismo, esta obra ha tenido certeras adaptaciones al cine: Orson Welles lo logró con justicia en 1963, y en 1985 Terry Gilliam basó su film futurista Brazil influenciado por este universo kafkiano.
El Proceso puede ser una historia acerca de un engaño, una pesadilla (de pesadillas), la trama de la Commedia de Dante llevada a la modernidad, o un laberinto del absurdo. Pero nunca dejará de ser una de las más valientes metáforas (en su sentido erudito como corpóreo) acerca de la extraña y perdurable condición humana.
Franz Kafka (1883 – 1924). Otras obras: La metamorfosis (Novela - 1917), Carta al padre (Diario - 1919), El castillo (Novela - 1922), Diarios (1910-1923), América (Novela - 1927), Cuentos completos (1971).
2 comentarios:
La destrucción de este mundo sería tarea nuestra sólo si: primero, este mundo fuese malo, es decir opuesto a nuestro espíritu; segundo, si estuviésemos en condiciones de destruirlo. La primera cosa nos parece precisa, pero la segunda no podemos realizarla. No podemos destruir este mundo porque no lo hemos construido como algo fijo de por sí, sino que nos perdimos dentro. Más aún, este mundo es nuestro extravío, y como tal él es, en sí mismo, una entidad indestructible, o mejor: cualquier cosa se puede destruir con llevarla hasta el fin, sin renuncias, donde cabe advertir, por otra parte, que aun llevarla hasta el fin no puede ser más que consecuencia de la distracción, pero siempre en el ámbito del mundo mismo.
Consideraciones acerca del pecado
Per tú te sientas junto a tu ventana, y te lo imaginas cuando cae la noche.
La muralla china
saludos rmd/d
El Proceso fue la única obra de Kafka que tuve que dejar de leer a menos de la mitad. Era tanta la angustia y la claustrofobia... No la leí en el mejor momento, está claro.
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