lunes, 25 de octubre de 2010

"The Social Network" (La Red Social), de David Fincher (2010).



 
La Red Social es un film y un manifiesto generacional. Una labor conjunta del director David Fincher y el guionista Aaron Sorkin logra un ilustre tratamiento cinematográfico de personaje.

El mayor acierto de David Fincher en La Red Social es retratar a una generación, partiendo del análisis de uno, individuo, animal social. La propuesta: la construcción de un personaje. Y si éste es el creador de Facebook -la red social con más de 500 millones de miembros, que está en viaje hacia la cima y aún no se vislumbra su caída-, mucho mejor.

Es factible que con el paso del tiempo se reconozca a este film por su significativo estudio cinematográfico de personaje en lo que va de este nuevo siglo. Otro para recordar fue el realizado por Paul Thomas Anderson en There Will Be Blood (2007)

La idea y su cimiento

La Red Social no es una película más sobre estudiantes yankees. Es un manifiesto, un culto a la personalidad. Y de ahí surgen los detalles, primarios y secundarios. La película tiene puntos en común con Citizen Kane (1941), más allá del ascenso de un joven forjando un nuevo poder, ejemplificando el "american way of life", siempre rodeado por sus demonios personales. El personaje de Charles Foster Kane y el de Zuckerberg comparten la metáfora del "Rosebud" a través de sus debilidades, cuando queda de lado el supuesto prodigio y queda expuesto el corazón. De todos modos, los resultados son diferentes: Fincher no es Welles, y Citizen Kane fue un fenómeno único por su significancia y reluce día a día, asumiendo que no inventó nada pero supo trabajar con lo que tenía a mano en su momento, innovando y rescatando al cine como arte. En La Red Social es arduo para el espectador estudiar los cimientos y extravagancias de Xanadú, pero en cambio es perceptible este palacio invisible e inabarcable que se construye en la Web.

En esta cinta la idea se expone mediante ciertos estamentos, más allá de la primera e inofensiva lectura: el nerd, quien no genera interés en las chicas, busca y pone todo lo que tiene en un campo que lo admita, para generar, y de ahí lograr un poder, un reconocimiento. El espectador se enfrenta a un estudio sobre la condición humana en su punto más primario: sentido de pertenencia, la búsqueda de "ser alguien" -Mark y su admiración al comienzo hacia las fraternidades- y un fracaso que provoca la creación de otro orden de aceptación. La semilla pronto se convierte en bosque: un pibe asocial crea la red social más célebre de Internet.






Mensajes y solicitudes

Desde la primera escena, las cartas están sobre la mesa: este no es un film sobre Facebook. La red hace su propia película con sus millones de usuarios día a día: con los de Uruguay, Bangladesh y Burundi interactuando, etiquetando gente como "cool", "sexy", o buscando contactos o "amigos". Desde el vamos, queda manifiesta la no exteriorización de un tratamiento narrativo sobre una red social en la Web: se presenta la red individual-social pero de la vida real.

Primera escena: incomunicación, juventud, conflicto, sexo, misoginia, represión, fracaso. Personalidad presentada en un bar y la perspectiva de la cámara recordando a Los jugadores de cartas, de Paul Cézanne. Mark, el emisor, no para de hablar, demuestra fobias ante el objeto de deseo: Erica (Rooney Mara), la novia, el receptor. Desde aquí, de esta escena clave, inicia el conflicto de esta adaptación de la novela The Accidental Billionaires, de Ben Mezrich.

Las referencias se dirigen hacia un fin: la psique del joven Mark Zuckerberg. Justo ejemplo es la escena donde al extrovertido empresario Sean Parker (Justin Timberlake) lo encuentran bastante expuesto en una fiesta. Fincher, más allá de mostrar un tibio conflicto de moral o condena de lo que les sucede a los "chicos malos que se portan mal", logra nutrir aún más la personalidad de Mark. Esto no puede ser un detalle menor: se perdería demasiado. Recordemos a Carl Gustav Jung en sus estudios "introvertido-extrovertido", conflicto y posteriores aristas. Podemos ser menos pretenciosos que este análisis y buscar otro camino: ¿Qué supone ser "popular"? En La Red Social se puede apreciar bajo el estudio de una solitud denunciante. Así es la juventud que aquí se trata: una red virtual de millones de amigos, y Mark apenas tiene uno en la vida real. La vindicación del individuo emerge: Mark no tiene tiempo para reírse. Que se rían los demás. No tiene tiempo para pensar en detalles como la vestimenta. Si está cómodo, sale de pijamas, salto de cama y chancletas. Esta comodidad es la que realmente le importa. Que otros busquen sus trajes, sus zapatos.




Componentes de "La Red"

Jesse Eisenberg (Adventureland, 2009) interpreta a Mark Zuckerberg. Gran acierto. El personaje tiene más en común con Lady Macbeth que con un simple y atormentado nerd. La labor del actor es más que digna: es trascendental. Eisenberg es vivo frente a la lente, con importante noción de cámara, creíblemente introspectivo.

Asimismo, la trama va a buen puerto por Eduardo Saverin (Andrew Garfield, de destacada labor), la némesis de Zuckerberg y co-creador de Facebook. Personaje creíble, el "amigo real", otra clave en el desarrollo de la obra. Siempre se lo ve vestido impecable, de negro, con una nutrida agenda de viajes y encuentros con empresarios, pero que por otro lado nos expresa la imagen del paso del tiempo -un símbolo del viejo mercado y forma de negociar "cara a cara" frente al nuevo campo de acción mercantil de la plataforma informática-. Esta denuncia es aún más explícita a través de Zuckerberg, cuando le enfatiza a Eduardo que "se queda atrás".

En el elenco hay personajes secundarios: Sean Parker, el creador del sitio de descargas musicales Napster, o los hermanos remeros de la Universidad de Harvard, Cameron y Tyler Winklevoss (ambos interpretados por Aaron Hammer), quienes convocan en un comienzo a Zuckerberg bajo halos de exclusividad y renombre para que trabaje con ellos en la creación de una red social de contactos.

Luego de Fight Club (1999) y The Curious Case of Benjamin Button (2008), Fincher decidió estudiar la juventud desde nuevos parámetros: contraste entre los campos de acción, la apertura al cyberespacio y la reclusión en el mundo real y físico de los personajes. De un intangible universo de millones como capa primaria, a estudiar a uno, desnudo, un simple individuo, que somos todos. El director, con su lente nos expresa su visión: interiores, la importancia de la luz, el énfasis de lo "oscuro", los planos centrados sobre el personaje y su evolución ante el espectador. Conceptos familiares en su filmografía. Es falaz comparar a Fincher con Hitchcock -y esto no sólo por no haber realizado el film más terrorífico de la historia del cine, mediante planos y montaje inolvidables, como lo es Psycho-, pero ambos realizadores se asemejan en la acérrima composición de sus medios narrativos con similar y llamativa originalidad, en la creación de climas con la cámara, con el silencio. A modo de ilustrar este ejemplo, vale agregar a Stanley Kubrick en El Resplandor (1980).

El guión de Aaron Sorkin (The West Wing) es otra clave, una sucesión de aciertos. Supera la composición de algunos personajes -los hermanos remeros- y momentos flojos, como el caso de la escena de celos de la novia de Eduardo, sin que la trama lo padezca. Correcto uso de los diálogos: desde la primera escena hasta la composición estructural de personajes como Sean Parker, Eduardo, y sobre todo Mark Zuckerberg.

El sonido, a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross, es artesanal, moderno y digno de reconocimiento. Fiel aliado a la cámara de Fincher. Vale mencionar la versión de "Creep" de Radiohead, a cargo de Scala & Kolacny Brothers, y la relación de la letra de la canción con el significado primario de este film.



Garfield y Eisenberg se destacan

Aceptación - rechazo: La larga espera 

Quizá las discusiones judiciarias logren tedio en el espectador, que pueden ser de terreno común, pero son necesarias e informativas. Posiblemente la parte más baja del film, salvo la que, fruto de esta acumulación de escenas y climas, sucede hacia el final. Esta escena actúa como la teoría de la punta del iceberg de Ernest Hemingway. Lo que queda oculto, debajo de la superficie: cuando una atractiva abogada le dice a la pasada a Zuckerberg cara a cara que no es un idiota, pero que "se esfuerza bastante para serlo". Esto, por más inocente que parezca, no va dirigido únicamente hacia él. Es, adrede o no, una evocación a los detractores del príncipe Mishkin que retrató Dostoievski. Acción social sobre una persona.

Quien escribe esta crítica no tiene cuenta de Facebook. Pero si la tuviera, clickearía el dedito que señala "Me gusta" sobre este film. Esto con relación al efecto de la imagen explícita de Zuckerberg postrado, apretando el F5 para "actualizar una aceptación". Y justo de quién... A la espera: la declaración que trasciende la obra y señala a la red social en su esencia primordial. Un manifiesto leitmotiv, pero aquí se deja la puerta entornada. Actualizar-espera/Aceptación-rechazo. No importa el ser realmente, sino la importancia del medio por su adaptabilidad, sea una red social cibernética de millones o un club de bochas de barrio. El rastro está ahí, al alcance, y más si se es joven en los tiempos que corren. Esta condición primaria fue respetada por David Fincher, desde la primera escena entre Mark y Erica hasta la caída de los créditos finales.





Director: David Fincher
Guión: Aaron Sorkin
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música Original: Trent Reznor, Atticus Ross
Reparto: Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Justin Timberlake, Armie Hammer, Erica Albright
Duración: 120 min
Columbia Pictures


David Fincher (1962). Otras obras: Alien 3 (1992), Seven (1995), The Game (1997), Fight Club (1999), The Panic room (2002), Zodiac (2007), The Curious Case of Benjamin Button (2008).


Trailer:


















viernes, 15 de octubre de 2010

"Remo y su loba" en revista Otro Cielo (Octubre).

Estimados:

Este mes de octubre, el relato de mi autoría Remo y su loba salió en "Otro Cielo", revista literaria donde se destaca un tributo-imágen al recientemente ido Fogwill.


Hete aquí para leer la revista en vivo y completa.









viernes, 8 de octubre de 2010

The Pixies en Uruguay (7/10/2010)




Muchos de los presentes quizá hasta que no los vieran en el escenario aún no podían creer un 100% que la histórica banda de Boston estuviera en Uruguay. Pero así fue, cuando Black Francis, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering comenzaran el show con la indómita “Bone Machine”. Era real.

Pixies es una de esas bandas que si a uno le agrada, está prácticamente obligado a tenerle cariño. Así suele ser la música ante las emociones. Desde los que comenzaron a tocar la guitarra imitando los riffs de Black y Santiago hasta los que se sonrojaban con temas como “Here comes your man”. Y es una banda que cimentó e hizo escuela en la escena alternativa-indie no sólo de Estados Unidos, sino de todo el mundo. Desde Nirvana a Radiohead, desde bandas de Bangladesh que no conocemos hasta los uruguayos Buenos Muchachos. Les deben mucho. Les debemos mucho. Y ayer lo disfrutaron miles de uruguayos, por primera vez en su propia casa. Vaya lujo.



Buenos Muchachos

La lluvia en la tarde noche amenazó pero ahí quedó. Y todo estuvo bien. Desde la Rambla a un costado, y un pequeño espectáculo circense en la puerta, y entrar a esperar que los locales Buenos Muchachos subieran al escenario a telonear. A cumplir un sueño, de tocar una noche junto a los Pixies. Su show fue compacto y emocionante, lo que no es novedad. Con la ausencia de su guitarrista Gustavo Antuña "El topo", pero con presencias como la de Ignacio Gutierrez en teclados y Pol Sónico (Supersónicos, La Hermana Menor) en percusión, tocaron temas representativos de todos sus discos: “He never wants to see you (once again)”, “Desestrés”, “Cecilia”, “El faro”, “La isla era un camalote” (el tema más importante de los últimos quince años de la escena local), “Pavimento del buen muchacho”, “De a 2 mejor”. Un buen aperitivo para lo que llegaría luego. 

Here comes your band 

Y los históricos de Boston subieron al escenario. Con puntualidad. Desde el comienzo de “Bone Machine” el público se exaltó para pronto entregarse a una estampa de una banda profesional, que no dejó nada por dar en los 90 minutos que pisó por primera vez un escenario en Uruguay. El sonido del método, de una guitarra inconfundible de Santiago, la brillante Kim Deal con su bajo que por momentos parece su tercer brazo, o una segunda boca, en “Debaser” volvió loca a la multitud.

El concierto fue una marea de sus grandes éxitos. No faltaron “Wave of Mutilation”, “Monkey gone to heaven”, “Hey”, y la complaciente “Here comes your man”; Black gimió como perro en celo en la inigualable “Tame”; “Velouria”, “Gouge away”, “Crackity Jones”, "Break my body", “Vamos” y los presentes cantando, todos sonrientes.

“Caribou”, otro momento hipnótico en la fresca noche y otra prueba del sonido como bofetada a los presentes. Clase y puntualidad. Luego vino “Isla de Encanta” y un shock eléctrico a varias generaciones de fanáticos en el Teatro de Verano. El show se fue con la inconfundible “Where’s my mind?” y “Gigantic”.

A los cuatro músicos se los vio distendidos, en gracia musical y con presencia, más allá que no presentaran nuevos temas pero arremetieran con clásicos. Pero tocaban ante un público que estaba en trance. Lo lograron con clase. Hay equipos de fútbol que cuando logran una gesta ante un clásico rival, una goleada, un campeonato ganado de atras, suelen cantar “No se olvida más”. Ayer, hasta las hormigas que bordeaban alguna palmera cercana, podrán asegurarlo de este show.


Black Francis "on fire"

Setlist:

1 - Bone Machine
2 - Broken face
3 - Nimrod's son
4 - Holiday song
5 - Something against you
6 - Debaser
7 - Tame
8 - Wave of mutilation
9 - I bleed
10 - Here comes your man
11 - Monkey gone to heaven
12 - Mr. Grieves
13 - Crackity Jones
14 - La la love you
15 - N° 13 baby
16 - Gouge away
17 - Hey
18 - Velouria
19 - Dig for fire
20 - Cactus
21 - Break my body
22 - Caribou
23 - U-Mass
24 - Isla de encanta
25 - Vamos

26 - Where's my mind?
27 - Gigantic

28 - Planet of Sound


M. Dávalos.-








martes, 5 de octubre de 2010

Un Imperio arde en el patio trasero







Hubo un joven.
A dos meses
de cumplir
18 años.

Recordó
que tenía que alquilar
Inland Empire,
de Lynch.

Ya la había visto.
En un Festival.
Internacional.
Cine.

Creyó.
Haber.
Entendido.

Estaba
Disponible.

Hacer 7 copias.
En DVD.

Juntarlas
en el
patio
trasero
de
su casa.

Y quemarlas.
Todas.

No se salvó
ni
la
original.

El videoclub no entendería (¿Lynch sí?).
Pero llamaría
por la copia.

Pero
jamás
lo hicieron.

Ya pasaron
6
meses
de
esto.


Y el no volvería más ahí.

Algo andaba demasiado bien.



M. Dávalos.-