viernes, 19 de noviembre de 2010

"Le Petit Prince", de Antoine de Saint-Exupéry (1943). (Folio).





Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una boa que digería un elefante.

Entonces dibujé el interior de la boa, para que las personas mayores pudieran comprender. Ellas siempre necesitan de explicaciones.



On ne voit bien qu' avec le coeur.

L' essentiel est invisible pour les yeux.


El narrador, un aviador, se encuentra solo, varado en algún lugar del desierto de Sahara debido a un problema en el motor de su avión. En ese lugar inhóspito encuentra a un hombrecito de cabellos de oro, amante de atardeceres, dueño de una singular mirada melancólica, que ríe y no responde cuando se le hace una pregunta, y que jamás olvida una de las que él formula, llamado "Principito".

Luego de las tres primeras acuarelas inolvidables del libro, nace una relación entre estos dos personajes donde la comunicación de todos los sentidos emerge con un impulso como el de la primera flor que nace en cada primavera. O como el odio en alguna esquina de tu ciudad o de la mía. "Dibújame un cordero", son las primeras palabras del visitante al varado aviador.

De la misma manera los símbolos que utiliza el autor jerarquizan esta obra, tiznada de diálogos de prosa sencilla como misteriosa que iluminan y meditan en tiempo paralelo a una destructiva segunda Guerra Mundial y a un exilio personal: los baobabs son árboles formidables con ramas que al expandirse infectan todo lo que se encuentre a su paso, perforando el planeta con sus grandes raíces. Éstas malas hierbas según el Principito "deben ser atacadas cuando son pequeñas sino luego podría ser muy tarde". Se ha dicho demasiado acerca de a qué se refería el escritor cuando hablaba de los baobabs, pero todo indica a que simbolizaban la presencia del nazismo sobre Europa. Sin embargo otro símbolo como lo es la rosa, la única flor del planeta del Principito, la cual cuida y tiene buenas espinas para defenderse de las bestias, apareciendo junto al sol y desapareciendo cuando este se esconde, representa la pasión, el cuidado y el afecto.

En este desierto, donde el viento todo dispone, el Principito narra al aviador su viaje a otros planetas: el primero, donde encuentra a un Rey que le ofrece altos cargos en su minúsculo planeta donde su propia vestimenta ocupa la mayor parte de la superficie; un segundo planeta habitado por un vanidoso solitario; un tercero habitado por un lúgubre borracho que bebe para olvidar la vergüenza de su propio vicio; un cuarto planeta donde tropieza con un hombre de negocios que entiende su universo sólo por el poder, creyendo ser dueño hasta de las estrellas de su planeta; un quinto planeta, el más pequeño de todos, habitado por un extenuado farolero; y finalmente el sexto planeta, habitado por un geógrafo que desalienta al viajero al decirle que las flores son efímeras y que en el planeta Tierra está lleno de ellas. Lánguido, el Principito se topa con un zorro, que resalta la distinción de su rosa, gracias al cuidado y amor que le brinda el Principito. Las metáforas son desbordantes: vemos las diferencias entre la aristocracia y la burguesía (el ejemplo cuando el hombre de negocios le dice al Principito que los reyes no poseen sino que reinan sobre las cosas), entre los modos de pensamiento del hombre (el caso del vanidoso y el borracho) y de la sincera amistad (el caso del zorro).

Este relato autobiográfico es un triunfo personal y compartido, alejado de cómodas y equívocas recetas (sobre el epílogo apreciamos ver al narrador retomar su esencial pasión de dibujar, y si se da un triunfo este debe ser compartido). Rebelión e inocencia componen un "encuentro" coloreado de sueño, que siempre debe ser la infancia. El libro está dedicado a los niños pero sería una pavorosa falacia considerarlo como literatura infantil, ya que dentro de estas páginas bañadas de melancolía se halla una conjunta valoración avasallante en este inolvidable clásico de la literatura universal. Y cuántas historias relacionadas a cada lector de este libro..., como la de uno mismo, "tomando prestada" una edición de bolsillo de Folio de un comercio de la rue Mouffetard, en Paris, año 2006.

Le Petit Prince fue publicado por primera vez en edición norteamericana (Reynal & Hitchcock, versión inglesa y francesa en 1943), que incluye las célebres acuarelas realizadas por el propio autor que se encontraba exiliado de una Francia invadida por el nazismo. Esta fue la única edición que conoció en vida el aviador (luego del fin de la segunda guerra mundial saldría la primera edición del libro en Europa), ya que un año después "desaparecería" durante una misión de reconocimiento sobre el mar Mediterráneo. Personalmente siempre me encontraré del lado de los que creen que Antoine de Saint-Exupéry fue al encuentro de aquel amigo que alguna vez encontró en un desierto de fuego.



M.Dávalos.-



Antoine de Saint-Exupéry (1900 - 1944). Otras obras: Vuelo Nocturno (Novela - 1931), Tierra de hombres (Novela - 1939), Piloto de guerra (Novela - 1942), Carta a un rehén (Novela - 1943), Ciudadela (1948).







No hay comentarios: