Más allá de uno practicarlo de manera poco menos que amateur, más allá de simpatías personales, se puede destacar el aporte del boxing en varias artes. Tres escenas representativas de este deporte sobre el celuloide. Hubo un recio sistema de votación entre entendidos, manifiestos escritos, manos más que alzadas, bajo un sin fin de insultos, densa humareda y hasta golpes bajos. Por ello aquí no busquen a un tal Rocky, ya que por acá no está.
3) Requiem for a heavyweight, de Ralph Nelson.
Film reseñado aquí en su momento, su escena inicial con el travelling sobre el mostrador de ese bar, con esos rostros de púgiles observando en la televisión como el mismo Muhammed Alí (Cassius Clay en aquel entonces) le da una paliza al sensible "Mountain" Rivera -interpretado por Anthony Quinn-. El film más anti Rocky que existe, con seguridad el film más "desnudo" sobre el boxeo dentro como fuera del ring.
2) Snatch, de Guy Ritchie.
And get up and have a fuckin' fight. Y sí, la escena es memorable. Brad Pitt se calza justa la pilcha del "pikey", el gitano Mickey que tiene algo que decir cuando pelea, ya sea en un sótano o en un establo. El director de Snatch se luce en esta escena: la bajada al sótano (con el enorme acierto del tema "Fuckin' in the bushes", de Oasis), la cámara, los sanos vicios que utiliza, fotografía, el lenguaje visual y sonoro con los sigilosos ruidos de gritos entre mandíbulas, nudillos, costillas y huesos rotos. Ese sótano hiede a pelea. El espectador, de parabienes: sólo es mirar, escuchar y pestañear poco.
1) Raging Bull, de Martin Scorsese.
Y no pueden haber dudas si somos buenos. Robert de Niro le ganó el voto de simpatía hollywoodense llamado Oscar al inapelable John Hurt del Hombre Elefante. ¿Injusticia? No lo sé. Lo que no es injusticia es lo que Martin Scorsese logra desde la apertura de Raging Bull, su toro salvaje. De Niro (personificando al gran Jake La Motta) solo en el siempre indefinible ring, hermoso, animal, bailando sin errar bajo esa melódica Ópera Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, que vive y late hacia dentro, como siempre será cada movimiento de un toro. La cámara fuera del ring, con notorio énfasis en las cuerdas. En el fondo están las lámparas explotando, ardiendo detrás de un humo violador; truco de Scorsese para dar relieve a su blanco y negro, vibrar con la magia. Este es uno de esos comienzos que ponen la piel de gallina a más de uno. Nada sugerente esto, estando cerca de un gato como Rémy Duroc. Pero como son gajes, hay que tener carpeta a veces. Gran acierto el uso del blanco y negro, de los chocolates Hersheys como sangre, para la vistosidad; todo. Me es muy difícil hablar de este film. Sin palabras esta opening scene. Toda la significancia de lo "bello" en el celuloide.
"Al este de Shangtu, Kubla Khan erigió un palacio,
según un plano que había visto en un sueño
y que guardaba en la memoria".
Visir de Ghazan Mahmud, descendiente de Kubla.
Inception no es ningún origen en la filmografía de Christopher Nolan (seguramente el reconocimiento sea para Memento);
quien intenta concebir una magna representación que abarque todo lo que
esté a su premeditado alcance, sin renunciar a notables efectos
visuales que terminan atentando contra la (las) trama (as) a exponer. En
este punto hay una intrínseca relación con recientes producciones, como
el caso de Synecdoche N.Y (2008) de Charlie Kaufman.
El campo se expande: un laberinto circular, un sueño,
los sueños. La trama lo es todo: al servicio de los ladrillos, la
gravedad y la penetración en el subconsciente compartido con un fin. Más
allá del claro corte mitológico intelectual, como la significación de
personajes como Ariadna o Mal, Inception es un puzzle abstraído
en su desarrollo y bifurcaciones. Pero lo que queda claro es que desde
el guión, la obra busca una quimera eludiendo caminos.
Dom Cobb (Leonardo Di Caprio) es el "extractor" que se hace llamar seguridad: el encargado de reclutar partes
(personas) para ingresar al subconsciente de un "objetivo" y robar
información. El mecanismo resulta una panacea cuesta arriba para la
película: la tecnología invade la mente, tesoro del hombre. En este caso
por una redención familiar del protagonista: la vuelta a su país, al
hogar y a sus niños, y también por buen dinero. Estas partes,
componentes para armar, son: Yusuf, el químico, Arthur el "point man"
(la clave), Ariadna, la arquitecta del laberinto onírico, Saito el
"businessman" quien promete a Cobb una redención familiar si hace un
último trabajo, y Fischer, el objetivo, heredero de un imperio
económico. Cobb será el encargado de plantar una semilla-idea en el
cerebro del joven heredero, la competencia del millonario Saito en su
macro-imperio económico empresarial.
Los personajes no tienen peso propio y son oprimidos
por la trama desde el comienzo del guión. Nolan dejó de lado la
significancia del personaje luego de cimentar junto a su
hermano Jonathan uno de los más convincentes de los últimos diez años
que dio Hollywood: el "Joker" de The Dark Knight (2008), film
anterior del director. En este nuevo trabajo, Cillian Murphy en el papel
de Fischer afirma que es un actor con presencia (nada nuevo luego de su
delicada labor en The wind that shakes the Barley, 2006). Marion Cotillard (La Vie en Rose,
2007) interpreta a Mal, la esposa de Cobb, habitante de un espacio de
carácter dantesco, de entrada y "origen" de los sueños de su pareja.
Murphy y Cotillard son los actores más consistentes del reparto,
mientras que Di Caprio, Ellen Page (Ariadna) y Ken Watanabe (Saito)
están a la altura sin necesidad de pellizcarse para despertar. Nolan
vuelve a contar con Michael Caine (tras la saga de Batman, The Prestige), esta vez en un rol secundario como padre de Cobb.
Un film donde proliferan efectos visuales cautivos
del mundo de los sueños. Mundo que aquí parece siempre operable: vemos
Paris dada vuelta, rotando para formar un cielo, un techo compuesto por
sus propios edificios; distinguimos al joven Arthur (Joseph
Gordon-Levitt) luchando a los tiros y a las piñas en un edificio sin
leyes de gravedad, atando a personas y generando explosiones; nos
enseñan trucos de espejos en el puente Bir-Hakeim de Paris (inferiores a
algunos que logra por sí mismo el Metro línea 6 en su paso por las
noches). Sueños y espejos son recurrentes (desde Carroll hasta Cocteau,
desde von Sternberg hasta Lynch): es adrede que los dos hijos de Cobb
aparezcan vistiendo siempre la misma ropa, a medida que se suceden en el
sueño o son vistos en el supuesto tiempo "real", o plano madre. No así
el llamado "Limbo": zona de una clarividente arquitectura en efectos y
construcciones con mayor relevancia sobre la base de la trama (casas de
infancia, de los “buenos momentos” que trae la memoria).
Pero hay más: el uso de la canción Non, Je ne regrette rien de
Edith Piaf, y los "kicks", la sensación de caer que hace despertar del
sueño de cada una de las partes, de estos soñadores que comparten sueños (uno lo hace al caer una camioneta de un puente, otro transita sin ley de gravedad con efectos estilo Matrix en
un edificio, otro vuela una fortaleza en la nieve) y tienen un
propósito en común, que el desenlace puede develar o aproximar.
Subconsciente, trabajo entre sombras e interposición de escenarios son
moneda corriente y acumulable. Hay acción y se generan inquietudes. Era
de esperar que esta producción de Nolan trajera cola apenas viera la
luz. Lo llamativo es lo que ha provocado con inmediatez, ese grito en el
cielo de "film revolucionario" a viva voce, como si las opiniones se gestaran en una sala de emergencias. Inception requiere tiempo y crecerá o decrecerá por sí misma (ya que eso sí edificó), sin necesidad de histerias.
Wally Pfister logró una gran fotografía, y no sólo por sus escenarios exóticos (como ocurrió en Batman Begins,
2005) bajo avalanchas de nieve o dar vuelta una metrópoli. Su gran
acierto son los interiores logrados: desde la escena inicial de la
visita de Cobb a Saito hasta habitaciones de hotel o pasillos de
edificios. Hans Zimmer, encargado de la música, está presente con una
labor aceptable y de considerable relación al anterior film de Nolan, el
segundo sobre el hombre murciélago.
Parece ser que en estos próximos años Hollywood
apelará al metalenguaje basado en juegos psicológicos. Se está dejando
de lado la renta de los virus, cataclismos que sólo justifiquen balazos,
síntomas patrioteros post 11 de Setiembre, guerras, Iraq, Afganistán.
Entramados de la mente humana afloran: se viene vendaval. Luego del gran
acierto de la serie televisiva Lost, llega una dirección
comunicacional de orbe "similar" (hasta el concepto de redención en
aviones que aterrizan, en check-ins de aeropuertos). La bandera está
clavada en tierra, pero ésta no parece tan fértil. De todos modos, Nolan
está del lado de los que intentar retar e innovar.
Inception es un aceptable film, pero no es
un atrapasueños. Se sirve de los sueños únicamente como punto de
partida. Va desde el vamos por todo y su desenlace es discutible, más
allá de la diversidad de opiniones y lo que la obra logre o no. Y el
medio en este caso le jugó en contra: los límites del lenguaje
cinematográfico. Además hubo varias concesiones y abuso de recursos
(explosiones, redenciones, cuentas bancarias, y formación de diálogos
que al iluminar oscurecían de inmediato, casi con urgencia). Hay
influencias de Alphaville (1965) de Jean-Luc Godard, esa kafkiana pesadilla económica sobre la lente. Hay momentos para todo. Inception
es un puzzle y quiere ser laberinto. Pero hay laberintos que se
construyen sin la ciega insistencia por el premio final, el Minotauro:
Jorge Luis Borges, La Casa de Asterión, por ejemplo, sale del
mito sólo para sorprender, para crear luz. Ahí la justificación de sus
dos hojas de contenido. Si querés China, tenés que pisar al menos alguno
de sus puertos linderos. Quizá Mulholland Drive (2001) fue la
película de este siglo que, bajo sus obvias pretensiones
cinematográficas, oníricas y persecutorias, haya logrado hacer pie en la
orilla tras la oleada del mar. 2001 de Kubrick y 8 1/2 de Fellini, han logrado el mar.
Esta obra de Christopher Nolanilustra el
ejemplo de llamar al loco y al arquitecto en aquella vieja receta de
cómo crear. Pero estos aquí reinvierten sus roles en demasía. Además, si
todo (o algún claro remanente) fuera cierto para adaptar esta "idea" a
un lenguaje audiovisual, siempre quedan atrás otros sentidos. Ojo con
esto, ya que uno podría encontrar algo más potencial que esta magna idea
en un propio sueño, en su propia cama, sin butacas a su alrededor, en
su propia imaginación (sumémosle el olfato, el tacto) y, con mucha
fortuna, recordar apenas alguna nimiedad al despertar.
Inception (2010).
Guión, dirección y producción: Christopher Nolan.
Fotografía: Wally Pfister.
Actores: Leonardo DiCaprio, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Marion Cotillard, Cillian Murphy, Ken Watanabe.
Escribo pienso leo traduzco veinte páginas oigo el informativo escribo escribo leo. Dónde estás dónde estás.
Sobre J.C. Onetti:
“Es el último hombre de quien debí enamorarme porque éramos lo más imposible de ligar que había. Nunca entendió el ABC de mi vida, nunca me entendió como ser humano, como persona. Y así teníamos nuestros grandes desencuentros. Si yo hablaba de algo sumamente delicado él me salía con una barbaridad. Decía cosas que me hacían echarlo, imposibles de soportar. Todavía me pregunto por qué aguanté tanto, por qué volví tantas veces. Nos peleábamos y volvíamos a juntarnos, lo echaba, regresaba. Una noche me llamó desesperado para que fuera a verlo. Yo estaba con alguien que me amaba y lo dejé por ir a pasar una noche con él. Y recuerdo que lo único que hicimos fue ponernos de espalda, leyendo un libro él, y yo otro. A la mañana siguiente le agarré la cara y le dije: sos un burro Onetti, sos un perro, sos una bestia. Y me fui”. (Fuente: "Construcción de la Noche", por María Esther Gilio y Carlos Domínguez).